por EDUARDO CONESA
Ph.D en Economía, University of Pennsylvania, USA
Master en “Economía del Desarrollo”, Williams College, Massachusetts, USA
Profesor Titular de Consulto de Economía de la UBA
Nuestro país vivió en los decenios pasados en permanentes tumultos y huelgas que se realizan como protestas por las bajas jubilaciones, los bajos salarios reales y el alto desempleo. Como resultado, menos de la mitad de la fuerza de trabajo en la actualidad tiene un empleo registrado, y la otra mitad vive de empleos precarios no registrados. A su vez, la escasa cantidad de empleos registrados, que son los que permiten realizar aportes al sistema jubilatorio determinan muy bajas jubilaciones. Gran parte de los ciudadanos argentinos vive en la miseria. La criminalidad, los asaltos y los robos están a la orden del día. La educación sufre también por los bajos salarios de los maestros y profesores, lo cual redunda en una baja calidad educativa. Mientras tanto la participación del Estado en sus tres niveles, nacional, provincial y municipal en el PBI llegó al 45%, por la gran cantidad de personas que buscaban refugio en el empleo público: el clientelismo estaba a la orden del día y el sistema político se alimentaba de aspirantes a ese empleo público improductivo, lo cual, al expandir excesivamente el gasto público, obligó a emitir moneda por parte del Banco Central para solventar los déficits del Estado, todo lo cual redundó en alta inflación o hiperinflación, y crecimiento económico nulo o negativo. Esta fue la situación hasta noviembre de 2023.
El 10 de diciembre de 2023 se prometió un gran cambio, y efectivamente se achicó al Estado, para luego caer en el tremendo error de la sobrevaluación cambiaria del ministro de economía Dr. Martínez de Hoz de 1978-80 y la del Dr. Cavallo de 1991-2001, que destruyeron la economía argentina.
No hay un plan de desarrollo integral como el del Presidente Frondizi en 1958, quien ya, antes de asumir había inicialado los contratos petroleros, y a los 6 meses lanzó un plan económico completo para revertir la decadencia argentina y aumentar la tasa de inversión al 24% del PBI. El ministro de economía actual Luis Caputo, del presidente Javier Milei demuestra una mediocre preparación económica y jurídica, y a 2025 las perspectivas de crecimiento económico de nuestro país no son buenas.
Las exportaciones argentinas, que a comienzos del siglo XX alcanzaban al 3% de las exportaciones mundiales, en la actualidad no llegan ni al 1%. Esto se debe a la sobrevaluación cambiaria que experimentó nuestra economía, consecuencia a su vez del proteccionismo efectivo irracional, el determinó, necesariamente, por las leyes de la economía, una sobrevaluación cambiaria, la que a su vez mató el crecimiento de las exportaciones: un completo círculo vicioso. Evidentemente los problemas de la economía argentina están muy entrelazados y requieren una solución integral, que permita obtener un desarrollo económico acelerado. ¿Cómo se obtiene ese objetivo que permite solucionar todos estos problemas simultáneamente? Es la pregunta que intentamos responder en estas líneas.
Es conocido que la economía argentina de los últimos 50 años es una verdadera tragedia que asombra al mundo. En 1936 el famoso economista inglés, Colin Clark, vaticinaba sobre la base de proyecciones econométricas que para el año 1960 la economía argentina iba a tener el PBI per cápita más alto del mundo. En 1980, el premio Nobel de Economía Paul Samuelson afirmó en una conferencia pronunciada en México, que había 4 clases de países, los desarrollados, los subdesarrollados, Japón y Argentina. Japón porque era un país sin recursos naturales que tenía uno de los ingresos per cápita más altos del mundo y Argentina, un país con enormes recursos naturales, que en el decenio de 1930 parecía que iba ser el más rico del mundo, y en cambio, pasó de casi desarrollado, al más triste subdesarrollo. Y lo peor es que desde 1970, hasta 2025, nuestro subdesarrollo se acentuó dramáticamente.
Hoy en día se reconoce, unánimemente, que, en el largo plazo, el factor más importante determinante del crecimiento económico es la educación, es decir, el capital humano. Lo cual requiere que en las escuelas primarias: los maestros, y en las secundarias y universidades: los profesores, estén bien pagos y reine la más rigurosa meritocracia en sus nombramientos. Y nada del adoctrinamiento, o de la politiquería, que solemos ver hoy en nuestro sistema educativo estatal. Tanto a nivel primario como secundario y terciario: conocimiento y ciencia pura solamente. Cómo lo supo imponer el Presidente Sarmiento, cuya impronta duró desde 1869 hasta 1950-70 solamente. Nada de esto parece ser prioridad en los gobiernos que supimos conseguir en la segunda parte del siglo XX y hasta 2025
A casi dos años de asumir el actual gobierno, no parece dar prioridad a la educación, ni tampoco tener un plan de verdadero desarrollo económico. Bastaría solamente con el equilibrio fiscal y el tipo de cambio bajo. Ahora, a 20 meses de la toma del poder por el gobierno actual, como única medida desarrollista se ha reglamentado la ley RIGI, de fomento a los inversores extranjeros en petróleo, gas, litio y cobre. Esta ley promueve actividades muy necesarias por una parte, pero, por la otra, crean poquísimo empleo. Son capital intensivas y no trabajo intensivas.
Además, se comete el error jurídico grave de someter los posibles conflictos de las empresas inversoras extranjeras con el Estado argentino al CIADI, un organismo internacional situado en Washington o París, creado originalmente en el decenio de 1960 para dirimir controversias entre inversores extranjeros en países africanos, recién independizados, que no tenían verdaderos poderes judiciales independientes. El CIADI no debiera aplicarse a la Argentina, país que se ”presume” debiera tener un poder judicial muy antiguo, probo e independiente como lo supo tener desde mediados del siglo XIX hasta mediados del siglo XX. La jurisdicción del CIADI constituye una violación gravísima del artículo 116 de la Constitución Nacional, que confiere la potestad jurisdiccional, en definitiva, a nuestra Corte con el carácter de “Suprema”.
La política macroeconómica del ministro Caputo, un especialista en la compra y venta de bonos y acciones, un mero operador bursátil, consiste solamente en el equilibrio fiscal de caja, el tipo de cambio bajo, con un cepo cambiario, finalmente evolucionando hacia un esquema de flotación del dólar entre bandas entre 1000 y 1400 pesos por dólar con un aumento del 1% por mes exigida por el Fondo Monetario Internacional. Además, según la interpretación del Presidente Milei, la banda inferior de 1000 pesos por dólar podría descender al 1% mensual, en vez de subir.
La exigencia del FMI de establecer un tipo de cambio competitivo que promueva las exportaciones y la consiguiente obtención de divisas, se debe a la circunstancia de que la Argentina debe sumas siderales al propio FMI y es, de lejos, el país más endeudado del mundo con ese organismo internacional. Pero además, si Argentina fuese capaz de multiplicar por 10 el valor real de sus exportaciones podría crecer y multiplicar por cinco el actual nivel de vida de sus habitantes. Pero, para el ministro Caputo y obviamente también para el Presidente que lo nombró, lo relevante es el “carry trade”. No el crecimiento de las exportaciones y el PBI. Por eso el FMI tardó tanto en convalidar el “plan económico” de Milei-Caputo. Finalmente lo hizo, porque si no lo hacía, el que tenía problemas era el propio organismo internacional, dado el enorme tamaño de la deuda externa e interna indexada de la Argentina que supera en 5 veces el valor de sus exportaciones. La deuda externa de un país -más la interna indexada que en la práctica es lo mismo- nunca debieran superar el doble del valor de sus exportaciones. Pero la deuda externa argentina, en la que debe incluirse la deuda en pesos indexada, a fines de mayo de 2025, supera en 5 veces el valor de las exportaciones. En otras palabras, el FMI está atrapado con la Argentina y la Argentina está a su vez atrapada con el FMI, porque un default con el organismo internacional le cerraría a nuestro país todas las otras fuentes de financiamiento externo.
Por ello, la verdadera salida a esta trampa de la deuda, consiste en un fuertísimo crecimiento de las exportaciones y del PBI, lo cual no se consigue con el plan Milei-Caputo, cuyo único interés parece ser el negocio del “carry trade” y frenar artificialmente la inflación con la sobrevaluación cambiaria, la que a su vez mata el crecimiento de las exportaciones y del PBI. La propia sobrevaluación cambiaria determina, a su vez, necesariamente, una tasa de interés interna en pesos muy alta. ¿Quiénes ganan con ella? Los propios financistas amigos del gobierno, sabrán retirarse de los “plazos fijos” en pesos a altas tasas de interés del 35% o más, justo a tiempo, pasándose a dólares, precisamente antes de la devaluación inexorable que seguirá. No en vano el Presidente del Banco Central es socio comercial del Ministro de Economía. ¿Dónde está la independencia del Banco Central, punto central y esencial de la “liberal escuela austríaca” de economía, según Ludwig Von Mises?
Aunque ha sido muy adecuada la reducción del gasto público superfluo, por otra parte, se incurre en una enorme contradicción por agrandar el gasto público como proporción del PBI, por la misma sobrevaluación cambiaria, ya que el sector público está compuesto de salarios de empleados públicos, que no son tratables internacionalmente. La política macroeconómica de 2024/25 se parece a la de un conductor de un automóvil que aprieta el freno y el acelerador al mismo tiempo. En efecto, en los dos gráficos que siguen se demuestra que cuando hay sobrevaluación cambiaria, aumenta la participación del Estado en el PBI. Es lo que hacen el trío Milei-Caputo-Sturzzenegger: despiden empleados públicos, cierran organismos estatales ineficientes o inservibles, pero al mismo tiempo sobrevalúan fuertemente nuestra moneda, y, con ello agrandan la participación del Estado en el PBI: cero en Economía Política.
LA SOBREVALUACIÓN CAMBIARIA AGRANDA LA PARTICIPACIÓN DEL ESTADO EN EL PBI PORQUE EL ESTADO GENERA SERVICIOS DE FUNCIONARIOS Y EMPLEADOS PÚBLICOS, NO TRANSABLES INTERNACIONALMENTE

Gráfico 2
AUMENTA EL TIPO DE CAMBIO REAL EN EL EJE HORIZONTAL, Y BAJA LA PARTICIPACIÓN DEL ESTADO EN EL PBI EN EL EJE VERTICAL. 1980-2017
La refutación práctica quizás más evidente a esta teoría de la devaluación como causa de la inflación, se dio en 1985 en los propios Estados Unidos. En efecto, al asumir la Presidencia de Estados Unidos en 1981, Ronald Reagan nombró Secretario del Tesoro, equivocadamente, no a un economista serio, sino a un operador con bonos, como Luis Caputo ahora en la Argentina. Este operador de bonos, multimillonario, se llamaba Donald Regan, cuyo nombre, por casualidad, sonaba parecido al del propio Presidente Ronald Reagan. En los años anteriores hasta 1980, durante la Presidencia de James Earl Carter, Estados Unidos llegó a sufrir una inflación del 10% anual, muy alta para los estándares de ese país. Para combatirla, desde 1981 hasta 1985, bajo la dupla Reagan-Regan, se implementó un apretón monetario como única política anti-inflacionaria a la Milton Friedman. Esto causó altísimas tasas de interés en dólares, y, como contrapartida, una afluencia de capitales mundiales hacia USA, que determinaron una sobrevaluación cambiaria fenomenal del dólar, toda ella con el objetivo de derrotar la inflación, heredada de Carter.
Esta sobrevaluación de 1981/85 casi destruye la industria estadounidense, especialmente la automovilística, la aeronáutica y la naval, por la competencia de las importaciones europeas y japonesas. El dólar estaba fuertemente sobrevaluado y las tasas de interés en USA eran altísimas, lo cual atraía inversores financieros de todo el mundo, deseosos de poner su dinero en depósitos en plazos fijos en bancos de los Estados Unidos, en dólares. Altas tasas de interés y sobrevaluación cambiaria son dos fenómenos correlacionados mortales. Esas tasas de interés superaban el 15% anual, por supuesto, en dólares. En Estados Unidos todos los economistas serios, empezando por el Nóbel Paul Krugman, pronosticaban un “hard landing”. Es decir una crisis económica brutal, parecida a la que Argentina sufrió en 2001-2002, con motivo de la sobrevaluación cambiaria de Menem, Cavallo y De la Rúa.
Sin embargo Ronald Reagan, un político astuto y sagaz, se dio cuenta justo a tiempo del desastre que se avecinaba y removió a Donald Regan. Nombró entonces a James Baker como Secretario del Tesoro, quien implementó una devaluación del 100% del dólar estadounidense en octubre de 1985, seguida de fuerte superávit fiscal y bajas tasas de interés. Para asegurarse que las dos potencias industriales del momento no devaluaran competitivamente a su vez, el nuevo Secretario del Tesoro, el hábil James Baker, convocó a los ministros de economía del Japón y de Alemania occidental a una reunión en el lujoso Plaza Hotel de Nueva York para pedirles que mantengan sus tipos de cambio constantes y no devalúen sus monedas. Lo cierto, es que Estados Unidos devaluó en un 100%, bajó instantáneamente las tasas de interés e implementó el mencionado fuerte superávit fiscal con lo cual la tasa de inflación subsiguiente, pese a la devaluación del 100%, fue del 3% anual. En el año siguiente, Estados Unidos creció espléndidamente, y la teoría de que la causa de la inflación es la devaluación, quedó aniquilada completamente en el gran país del Norte.
Por otro lado en la Argentina, país con muchos economistas charlatanes, la teoría de que la causa de la inflación es la devaluación tiene vigencia plena.
Se olvidan que si hay fuerte superávit fiscal al tiempo de la devaluación, bajan las tasas de interés locales, y más todavía, con el superávit comercial subsiguiente de la balanza de pagos que causaría el tipo de cambio alto. Por otra parte, los fondos provenientes del superávit externo quedan en el mercado monetario, no bajan al torrente de estímulo momentáneo del consumo popular, y así sirven para bajar más aún las tasas de interés en el mercado de capitales para estimular la inversión, el empleo y el crecimiento locales.
En cambio, el tipo de cambio sobrevaluado acompañado de déficit fiscal y emisión monetaria para solventarlo generan inflación, altas tasas de interés nominales y caída de los salarios reales. Y por supuesto, a la inversa, en la Argentina de 2025, el tipo de cambio bajo combinado con superávit fiscal es causante de un fuerte déficit comercial externo y de servicios en la balanza de pagos, esta vez acompañado de un equilibrio fiscal forzado, porque suspende por completo la obra pública, reduce las jubilaciones y refinancia a tasas altísimas la deuda externa e interna. Todo lo cual no lleva a buen puerto, incluso porque los dividendos de las empresas extranjeras a las que se invita a invertir en el país, se pagan a largo plazo con bonos estatales de escaso valor: una contradicción evidente de cepo cambiario continuado.
Los economistas que asesoran a Caputo-Milei hacen gala de razonamientos contables y no de verdaderos economistas. Para un contador, el activo tiene que ser igual al pasivo más el capital en los balances de las empresas. Siempre tiene que haber equilibrio, y si no lo hay, es que las cuentas están mal hechas. En la economía contable de Caputo-Milei, el tipo de cambio no importa, pues la cuenta corriente de la balanza de pagos tiene que ser siempre igual a la cuenta de capital, aunque de signo contrario. Si el tipo de cambio es bajo, sería irrelevante, porque el déficit en cuenta corriente será compensado con un superávit en la cuenta de capital y, por lo tanto, da lo mismo aumentar las reservas del Banco Central mediante un excedente de exportaciones sobre importaciones, que mediante la contratación de deuda externa. Posponen las causas profundas que operan en la economía, pero realzan, las de la contabilidad, la que, en verdad, es una disciplina distinta y auxiliar, en el caso de la macroeconomía.
El superávit comercial y la acumulación de divisas en el Banco Central surge si el tipo de cambio real es alto, y en cambio, el déficit, o la disminución de reservas, aparece si el tipo de cambio real es bajo. Pero para los economistas-contables que nos gobiernan todo eso es irrelevante: para ellos, si el tipo de cambio es bajo, habrá déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos, pero será financiado con venida de capitales, es decir con un aumento en la cuenta de capital y listo. Olvidan que a su vez la venida de capitales estará determinado por el incentivo de una tasa interés interna muy alta. En otras palabras, por dar la prioridad a la contabilidad, ignoran la ley de la economía política que indica que existe una relación inversa entre el TCR y la tasa de interés real local. Si un país tiene el tipo de cambio real alto y superávit fiscal, tendrá tasas de interés internas reales bajas que estimularán la inversión interna en bienes de capital y el empleo de su fuerza de trabajo dentro del país. Si, por el contrario, un país tiene el tipo de cambio real bajo y déficit fiscal, desalentará sus exportaciones por causa del mismo tipo de cambio real bajo. A su vez, la tasa de interés real alta, estará determinada por la necesidad de estimular la entrada de capitales del exterior para financiar la fuerte demanda de fondos implicada por la cuenta de capitales de la balanza de pagos y el mismo gobierno, determinando a su vez una aventura macroeconómica tonta. Y además esa alta tasa de interés interna, desalentará la inversión privada local en bienes de capital, y la creación de empleo.
Reiteramos: para la economía política contable que nos gobierna, lo importante es que siempre la cuenta corriente deberá ser igual a la cuenta de capital, pero de signo contrario, luego el tipo de cambio real no interesa. Igual que como ocurre para los contadores desde los tiempos del fraile Luca Pacciolo creador de la partida doble en el siglo XV, hacia el final de la Edad Media: el activo tiene que ser igual al pasivo más el capital.
Según el razonamiento contable, la estrategia de crecimiento de la empresa no importaría y la del país tampoco. El punto de vista contable es bastante irrelevante para el desarrollo económico. Desde el punto de vista de la economía del país, o la de los empresarios y trabajadores, lo que interesa es el desarrollo económico, es decir el aumento constante y prolongado de los salarios y de las ganancias.
Sin ambargo Milei y Caputo no aprenden de la experiencia histórica, e insisten en un error ya repetido varias veces en la Argentina. En el fondo, fallan en distinguir lo que Keynes denomina “eficiencia marginal del capital”, que es la tasa de rentabilidad que el empresario visualiza para sus negocios, de la tasa de interés pura que es la retribución del prestamista. En otras palabras: serían los “mandriles” de la economía política, para utilizar la terminología creada por el propio Presidente Milei.
Volvemos sobre el mismo punto: la devaluación acompañada de fuerte superávit fiscal reduce la cantidad de moneda en manos del gran público y por lo tanto frena el gasto corriente y la inflación. Y por otra parte genera un aumento de las reservas del Banco Central y una baja en la tasa de interés en el mercado de capitales. De esta manera, el nuevo dinero creado por el superávit en la balanza de pagos no es inflacionario, sino que, por el contrario, estimula la baja en la tasa de interés, la suba de la “eficiencia marginal del capital”, y por esta vía, el aumento de la inversión privada interna en las empresas locales, una mayor producción y la creación de puestos de trabajo.
La sobrevaluación cambiaria combinada con equilibrio fiscal a la Milei-Caputo reproducirán tarde o temprano, el estancamiento y la recesión “Churchilliana” que sufrió Inglaterra en el decenio de 1920.
Lo cierto es que en la Argentina, al mes de mayo de 2025, cuando terminamos de escribir estas páginas, todavía experimentamos una inflación muy alta para los estándares internacionales, del orden del 3% mensual, a pesar de que la devaluación mensual es del 1 % mensual. Todo acompañado de una fuerte caída de la recaudación fiscal en términos reales, de crecimiento todavía positivo del PBI, pero que se transformará en negativo en el futuro, especialmente en la industria y en la construcción y con mantenimiento de la desocupación.
La política macro de Milei-Caputo, no solamente es de restricción del gasto público, sino también tiene un tinte “monetarista”, de fuerte restricción del crecimiento unilateral de la oferta monetaria, a la Milton Friedman. Esta política ya fue probada por en la Argentina, entre otros, por el contador Erman González en 1990, claro está que partiendo de la hiperinflación de 4982% anual que nos legara el Presidente Raul Alfonsín en 1989. El Ministro de Economía de aquel entonces, el ya nombrado González, medio hermano del Presidente Menem, terminó con una fuertísima sobrevaluación cambiaria, una inflación anual de 1300 % y una caída del PBI del 10% en ese año.
La macroeconomía de Milei-Caputo también trae reminiscencias con la convertibilidad del ministro Dr. Domingo Cavallo, equivocado, a pesar de sus altas credenciales de Harvard, que lamentablemente olvidó cuando fue Ministro. Debe reconocerse, sin embargo, la solvencia profesional muy superior de Cavallo sobre Caputo y Milei. Pero la verdad histórica es que, lamentablemente, Cavallo se equivocó en 1991: primero devaluó fuerte en enero con déficit fiscal y generó una inflación del 9% en enero, 27% en febrero y 11% en marzo de 1991. Luego cambió totalmente el rumbo y salvó su gestión, y a Menem, estableciendo un “régimen de convertibilidad” el 1 de abril de 1991, muy acertada en lo general y en lo conceptual, pero con una paridad cambiaria muy baja, de un peso por un dólar, debida a la alta inflación de enero, febrero y marzo de 1991, señalada antes. Esta paridad cambiaria baja implicaba fuertes déficits comerciales externos. Debió haber sido de 2 pesos por dólar, pero Cavallo no podía pedir otra devaluación al presidente Menem, quien enfrentaba elecciones parlamentarias en septiembre de ese año.
Luego ante la negativa del FMI a convalidar al peso enormemente sobrevalorado, el ministro Cavallo consiguió que el presidente Menem interceda ante su colega el Presidente de los Estados Unidos, George Bush padre, para que el mismo forzara al FMI, contra la opinión de su staff técnico y su mismo director gerente, el francés Michel Camdessus, a convalidar la convertibilidad. Lo cual se hizo mediante el reemplazo del representante del FMI en la Argentina, un economista de apellido rumano, por un inglés del M16. Menem-Cavallo trataban que el FMI diera la “luz verde” a los mercados financieros internacionales para que la Argentina pudiera endeudarse en dólares. Esos mismos dólares se cambiaban luego en pesos por el gobierno en el Banco Central, y así se generaba una fuerte emisión con respaldo, no inflacionaria. Esa emisión con respaldo aumentaba la demanda de pesos y el crédito, reactivando y estabilizando la economía artificialmente para gloria de Menem. Este Presidente consiguió, gracias a la estabilidad de precios artificial lograda, una reforma constitucional que permitió su reelección en 1995. Así su presidencia duró 10 años pero, por culpa del tipo de cambio sobrevalorado de la convertibilidad, se quintuplicó la deuda externa, neta de privatizaciones, que pasó de 30 mil millones de dólares en 1990, a 150 mil millones de dólares en el 2001. Dejándole así una herencia terrible al ingenuo presidente De La Rúa, lo que determinó su renuncia en diciembre de 2001, conjuntamente con la de su ministro, nuevamente, el Dr. Domingo Cavallo, todo en medio del “hard-landing”: una terrible crisis económica con caída del 10% del PBI, y una desocupación del 30%. Todo esto, repetimos, en el segundo semestre de 2001, casi 10 años después de abril de 1991.
Además, debe tenerse presente para entender la historia macroeconómica argentina de los últimos 30 años, la muerte harto dudosa del presidente de la empresa petrolera YPF, el muy eficiente ingeniero José Estenssoro, quién había convertido a YPF en una sociedad anónima mixta, en parte privada y en parte estatal ya que el Estado Argentino era dueño de la “acción de oro” que le daba poder de veto en el Directorio. La empresa tenía pozos petrolíferos, no solamente en Argentina, sino también en Ecuador, Venezuela e Indonesia, todo ello bajo la conducción férrea del ingeniero Estenssoro, quien la hizo altamente rentable: una joya muy valiosa.
Lamentablemente, el Presidente Menem, para paliar los déficits externos de la cuenta corriente de la balanza de pagos, y después de la muy misteriosa y no esclarecida muerte de Estenssoro, cometió el error gravísimo de vender la empresa nacional YPF al Reino de España, en una operación, que algunos consideran de dudosa honestidad, por un monto de 25 mil millones de dólares. En la operación intervinieron el Rey de España Juan Carlos I, Felipe González, Carlos Menem y el ministro Dr. Roberto Dromi, quien redactó los papeles cediendo incluso la “acción de oro” del Estado Argentino, que le daba a nuestro país el poder de veto, al Reino de España.
El Reino se apoderó de los pozos petrolíferos de YPF localizados en Ecuador, Venezuela e Indonesia, y vació a la empresa de sus reservas de petróleo y gas en la Argentina. Años después, el Presidente Néstor Kirchner quiso retomar personalmente el control de YPF por medio de sus amigos, “testaferros” de la familia Eskenazi. Esta familia, con Kirchner detrás, compró a la fuerza el 25% de las acciones de YPF a pagar con los propios dividendos que daba YPF y a las calendas griegas. Esta compra se hizo con dos empresas fantasmas, una que “compró” el 14,5% de las acciones de YPF y otra el 9,5%. El gerente general de YPF pasó a ser el hijo de Sebastián Eskenazi, quien obedecía las instrucciones del Presidente Nestor Kirchner. Evidentemente se trataba de un operativo mayúsculo de corrupción para forzar la “nacionalización” parcial YPF, ya expoliada por los españoles. El problema fue que Néstor Kirchner luego falleció, y los Eskenazi, al no haber contra-documentos, reclamaron la propiedad del 25% de las acciones de YPF, desconociendo la herencia de Cristina Kirchner y sus hijos.
Cuando luego se descubrieron las inmensas riquezas de petróleo y gas no convencional de Vaca Muerta, la Presidente Cristina Kirchner consideró que no podía dejar esas riquezas en manos de los Eskenazi y el Reino de España. Por lo tanto, por medio de su Ministro de Economía, Axel Kiciloff, logró que el Congreso de la Nación, en un acto de Derecho Público, y haciendo uso del poder constitucional de expropiar por causas de utilidad pública que otorga al gobierno nacional nuestra Constitución, expropió el 51% de las acciones de YPF a favor del Estado Nacional y removió al hijo de Eskenazi de la gerencia general de YPF. La presidente Cristina Kirchner consideraba que, en todo caso ella, y sus hijos, eran los verdaderos dueños de las acciones de los Eskenazi, como herederos naturales del verdadero propietario, Nestor Kirchner y no los Eskenazi que eran meros testaferros de su marido fallecido. No podía permitir que la familia Eskenazi se quedase con toda esa inmensa riqueza.
¿Qué hicieron entonces los Eskenazi? Usaron al fondo buitre Burford, especializado en hacer juicios “truchos” en Nueva York demandando al Estado argentino por no cumplir el estatuto de YPF que establecía que quien tuviera más del 15% de las acciones de YPF, debía hacer una compra por el 100% de las acciones. Esto tenía algún color porque las acciones de YPF cotizaban en la bolsa de Nueva York. La jueza federal del distrito sur de Nueva York, desconociendo que la maniobra de los Eskenazi-Burford se fundaba en varios delitos previos de fraude y estafa, y olvidándose además que la tenencia del 51% de las acciones del Estado Argentino no provenía de una simple compra de acciones, sino una “expropiación” de “Derecho Público” aprobada por el Congreso Argentino y fundada en en los poderes que la misma Constitución Argentina confiere al Estado Nacional, condenó a la República Argentina, como si fuera un simple ciudadano particular comprador idiota, a pagar una indemnización de 16 mil millones de dólares a la República Argentina y a favor de Burford-Eskenazi.
Pero lo peor todavía es que el actual Presidente Milei afirmó públicamente que había que pagar esos 16 mil millones de dólares, y designó como abogado del Estado Argentino ante la Corte de Apelaciones de Nueva York para que defienda los derechos soberanos de la Nación Argentina, a un ex abogado de los Eskenazi. Y por supuesto, no nos referiremos al nebuloso caso $LIBRA, que complica a Milei y que está bajo investigación judicial en la Argentina y Estados Unidos
¿Desconoce Milei el Derecho Internacional Público y Privado y la Constitución de la Nación Argentina que en su artículo 17 autoriza las expropiaciones por causa de utilidad pública? Una sentencia extranjera contra el Estado argentino requiere de un “exequátur”, es decir una convalidación de la Justicia Argentina antes de hacer el pago correspondiente, de acuerdo a lo que prescribe el artículo 517 inciso 4 del Código de Procedimientos Civil y Comercial y la Constitución Nacional Argentina, la que además confiere el carácter de “Suprema” a nuestro más alto tribunal de Justicia. Lo cual daría una gran fuerza al Estado Argentino para rechazar y denunciar las múltiples maniobras fraudulentas y delictuosas de los Eskenazi, ex socios del oculto Nestor Kirchner.
Al referirnos con detalles al caso YPF estamos refiriéndonos al segundo mayor ejemplo entre cientos de otros casos que explican dramáticamente la pobreza y la decadencia de nuestro país y la fuerte caída de su PBI per cápita en el concierto de las naciones. La Argentina de los últimos 50 años fue expoliada por los déficits fiscales, los nombramientos de favor, el tipo de cambio bajo, o directamente, por algunos de sus políticos autores de una corrupción monumental. Todo lo que escribimos y recordamos aquí es de conocimiento publico[3] y ya ha sido denunciado por la ex diputada Elisa Carrió ante el Juez de Comodoro Py Ariel Lijo, quien “durmió” el expediente, y está en documentos publicados por la hija de Estenssoro, la senadora María Eugenia Estenssoro, el abogado Ricardo Paz y Herrera, de los gremios de YPF, y el periodista de La Nación, Carlos Pagni en el gran diario argentino de propiedad de los descendientes del ex Presidente General Bartolomé Mitre[4]. La falta de verdaderos estadistas y de un servicio civil competente, decente y patriótico permite entender la decadencia macroeconómica Argentina, y volverla inteligible .
Por otra parte, Milei invoca a la Escuela Austríaca de economía, y, sin embargo, aplica políticas ya fallidas que nada tienen que ver con dicha Escuela. Milei debería aprender de las políticas de estabilización y desarrollo austríaco-alemanas. Estas políticas fueron implementadas por el ministro de economía alemán-dinamarqués Hjalmar von Schacht que, en la Alemania de 1923, frenó una inflación del 20% diario a cero anual en 40 días, desde el 23 de noviembre al 1 de enero de 1924. En ese último año y el siguiente logró un incremento del PBI alemán del 50%, sin inflación. Lamentablemente, el problema de la deuda externa por las reparaciones de guerra que debía pagar Alemania a Francia, por el tratado de Versalles de 1919, exigían un tipo de cambio mucho más alto que el fijado el 23 de noviembre de 1923, para obtener, de esta manera, el excedente de las divisas de un fuerte superávit comercial externo. El gobierno alemán desde 1926 hasta 1932 quiso devaluar por el erróneo y doloroso método de la deflación interna de precios, para alcanzar ese excedente. Deflación inviable, cuyas consecuencias políticas y militares fueron el advenimiento al poder del dictador Adolfo Hitler en 1933 y la segunda guerra mundial, que todos conocemos, y que terminara en 1945 con 60 millones de muertos.
También consideramos que Milei debiera analizar la problemática macroeconómica de la depresión y los desajustes cambiarios, proteccionistas y financieros de Estados Unidos de 1928-1930, e incluso, los del 2008. También debiera conocer la política macroeconómica de Chile de 1973-76 y luego la similar de 1983-2000, la Coreana del sur después de 1961, la Japonesa entre 1948-1985 y la de Méjico de 1973-74 en adelante.
También es importante que Milei comprenda que el tipo de cambio real alto recién pierde importancia tardíamente como factor de crecimiento en los países ya desarrollados. Pero es vital en el caso de los países subdesarrollados, o empobrecidos brutalmente, como es el caso de la Argentina.
El duo Milei-Caputo debiera inspirarse también en el economista holandés Jan Tinbergen[5], premio Nobel de Economía, quien estableció en el decenio de 1950 que para tener éxito una política macroeconómica deben utilizarse tantos instrumentos de política macroeconómica, como la cantidad de objetivos que se tengan. Por ejemplo, si se quiere:
2.-Asegurar el superávit fiscal
2.-Promover un crecimiento muy fuerte de las exportaciones
3.-Alentar la creación de empleos productivos en el sector privado
4.- Solucionar el problema acuciante de las magras jubilaciones promoviendo la demanda de trabajo y la creación de empleos en blanco sujetos al pago de aportes jubilatorios
5. Mejorar la asignación de los recursos para el desarrollo, eliminando distorsiones proteccionistas excesivas
6.-Atraer la inversión extranjera hacia industrias extractivas y de elaboración, en condiciones de igualdad con los inversores nacionales
7.- Favorecer la vuelta de los capitales argentinos fugados,
8.-Arreglar el problema de la deuda externa
9.-Alentar la formación de capital humano y mejorar la eficiencia del Estado en sus tres niveles
10.-Fortalecer el dominio argentino sobre nuestro territorio, redistribuyendo la población hacia el interior del país
11.-Mejorar el régimen de coparticipación federal de impuestos
Hoy, el gobierno, como señalamos antes, por intermedio del Presidente Milei parece tener dos objetivos solamente: frenar la inflación mediante el equilibrio fiscal y la sobrevaluación cambiaria por una parte, y por otra parte, alentar la inversión extranjera en industrias extractivas por medio del RIGI y el sistema de protección de inversiones extranjeras del CIADI. Todo ello en violación del principio constitucional de la igualdad de los impuestos y cargas públicas del artículo 16 de la Constitución Nacional, y del 116 sobre el carácter “Supremo” de nuestra Corte de Justicia Nacional. El CIADI no puede prevalecer sobre nuestra Suprema Corte de Justicia. El ministro de economía de Milei, Luis Caputo, sigue a sus asesores estrella, pseudo-economistas y en realidad contadores, quienes siguen una idea como la ya fracasada “tablita cambiaria” del ministro de Economía, ensayada por el abogado José Martinez de Hoz en 1978-80 con consecuencias desastrosas para la economía nacional y para el propio régimen militar de la época. Según ellos, la “causa” de la inflación era la devaluación, y todavía los actuales economistas de Milei, y Milei mismo, son partidarios enamorados del tipo de cambio bajo como método anti-inflacionario. Así nos fue y así nos irá a los argentinos, si persistimos en los mismos graves errores macroeconómicos.
Corre por cuerda separada el ministro Sturzenegger, quien busca liberar al Estado de funciones y organismos inútiles, lo cual, en principio, parece loable, pero está en contradicción con la sobrevaluación cambiaria de Milei-Caputo que tiende a agrandar la participación del Estado en el PBI como indicamos antes. Ello es así porque el Estado genera servicios “no transables internacionalmente” que mantienen altos sus precios no obstante la sobrevaluación cambiaria, en tanto que ésta, la misma sobrevaluación cambiaria rebaja el precio de los “bienes transables internacionalmente” en el mercado interno, disminuyendo así la participación de la agricultura, la industria y la minería en el PBI. En otras palabras reiteramos nuevamente, el trío Milei-Caputo-Sturzenegger, aprietan el acelerador y el freno de un camión, que es, figurativamente, el Estado Argentino, con lo cual el camión, es decir la economía nacional y el empleo, a la larga, se destruyen. Todo lo cual se demuestra empíricamente para el caso argentino en los dos gráficos que presentamos antes. Ambos muestran que la sobrevaluación cambiaria agranda la participación del Estado en el PBI, en tanto que la devaluación achica dicha participación.
Además, la propia experiencia histórica argentina en el decenio de 1890 es absolutamente relevante hoy día. En ese decenio nuestra economía estaba estancada, no obstante la altísima inversión extranjera de los años anteriores. El estancamiento del decenio de 1890 fue debido a la sobrevaluación cambiaria generada por la inflación interna provocada por el fallido esquema de los “bancos emisores garantidos” del Presidente Miguel Juárez Celman, desde 1887 hasta 1890. En lugar de insistir con la deflación de precios internos a la Milei, para devaluar por izquierda, lo que implicaba largos y dolorosos efectos recesivos en nuestro país, el presidente, General Julio Argentino Roca, aconsejado por su ministro José María Rosa, pero sobre todo por el banquero Ernesto Tornquist y el luminoso precursor de John Maynard Keynes, Silvio Gesell, cortaron el nudo gordiano con una devaluación del 127%, sin inflación alguna, y con superávit fiscal en 1899.
Esta devaluación permitió poner a las exportaciones argentinas como motor de nuestro crecimiento, e hizo que nuestro país llegara tener en sus reservas más oro que el mismo Banco de Inglaterra, que entonces dirigía las finanzas mundiales. En 1928 la Caja de Conversión argentina tenía en sus arcas más de 800 toneladas de oro en un país de 14 millones de habitantes. Este impulso duró hasta comienzos del decenio de 1940, no obstante, la recesión mundial del decenio de 1930.
En la posguerra de 1945, la experiencia internacional de países exitosos muestra que en ellos se aplicó un enfoque macro parecido al de Gesell y Tornquist, pero ahora más consolidado desde el punto de vista científico por la obra de John Maynard Keynes, profesor de la Universidad de Cambridge, quien reconoció explícitamente la inspiración del argentino-alemán Silvio Gesell.
En concreto, las 11 políticas, consistentes, coherentes con los principios de Jan Tinbergen, y con una futura gran recuperación argentina, son las siguientes:
1.- Establecer un TCR “recontra alto” que promueva instantáneamente achicamiento de la participación del Estado en el PBI, porque el Estado brinda servicios no transables internacionalmente, que no debieran subir de precio con una devaluación correctamente implementada, si hay superávit fiscal. Las medidas proteccionistas del Presidente Donald Trump de los Estados Unidos, probablemente generen respuestas iguales en los demás países del orbe, creando una gran confusión en la economía internacional, lo cual quizá indica que la Argentina necesite un tipo de cambio real más alto todavía que el sugerido antes. De cualquier manera, Trump es un negociador nato, que probablemente retroceda finalmente en sus políticas altamente proteccionistas y contrarias a las enseñanzas de la economía política, a cambio de algunas concesiones de las potencias económicas competitivas de Estados Unidos
2.- Tarifas uniformes del 20% a la exportación de materias primas de demanda mundial inelástica al precio. El TCR “recontra-alto” en nuestro país, también lo recomendaron grandes economistas como Raúl Prebisch[6], Carlos Moyano Llerena[7] y Guido di Tella[8]. Ese tipo de cambio alto de por sí, justifica, como contrapartida, el establecimiento de derechos de exportación del 20% a las materias primas de demanda mundial inelástica al precio. Así se consolida el superávit fiscal, dado que estos impuestos se recaudan en dólares y su recaudación va exclusivamente a las arcas del Tesoro Nacional, según el artículo 4 de la Constitución Nacional. El Tesoro Nacional luego vende esos dólares al Banco Central con lo cual se acrecientan las reservas monetarias del país, y así baja el llamado “riesgo país”, para la inversión nacional y extranjera. Además de estos economistas argentinos, Bela Balassa, William Baumol, Paul Samuelson, Paul Krugman, Irving Kravis y toda la ciencia de la economía política moderna reconocen el principio según el cual el crecimiento de la productividad es más alta por lo general en la producción de bienes “transables” que en “no transables” internacionalmente. Lo contrario exactamente es lo que opinan los autores de la política macroeconómica-contable de 2024-2025
Con respecto de los derechos de exportación para los productos de demanda mundial inelástica al precio, debe recordarse que son la contracara del tipo de cambio “recontra-alto”. Estos derechos que están autorizados en nuestra vieja y gloriosa Constitución liberal nacional desde 1860 en su artículo 4, son criticados por muchos economistas ingenuos que se han olvidado, o nunca leyeron, las enseñanzas del economistas ultraliberales como los ingleses John Stuart Mill y Arthur Cecil Pigou, del australiano Max Corden, y toda la teoría moderna sobre el comercio internacional que citamos seguidamente en detalle para que la consulten y aprendan sobre el verdadero liberalismo.
Establecido que sea el tipo de cambio real a 2000 pesos, tomando como fecha de referencia principios de mayo de 2025, e indexado diariamente como se hizo en Chile, esta segunda medida consistiría en cubrir el déficit fiscal con derechos de exportación del 20% sobre bienes primarios, los que solamente se recaudan en dólares. Generarían varios miles de millones de ingresos fiscales adicionales.
Los fundamentos científicos de la economía política para este tipo de impuestos se remontan, como afirmamos antes, a la economía clásica liberal de John Stuart Mill en 1834 y están convalidados absoluta y unánimemente por la “Teoría Económica” científica más avanzada actual, como se demuestra en las siguiente citas que enfatizamos porque la opinión pública parece desconocer el tema.
Los economistas argentinos que se pronuncian a veces contra los derechos de exportación moderados a las “materias primas” de demanda mundial inelástica al precio, como contrapartida del tipo de cambio real recontra-alto, evidentemente están en contradicción con las conclusiones categóricas de la economía internacional científica moderna. Para bibliografía sobre este punto, pueden consultarse, por ejemplo, autores de la siguiente lista de obras de diez profesores reconocidamente liberales de economía internacional y de autoridad científica indiscutible, a saber:
- MILL, John Stuart, Essays on Some Unsettled Questions of Political Economy (1844), Londres
- y Principles of Political Economy, Longmans, Green and Co., 1915, p. 922.
- EDGEWORTH, F. Y., “The theory of International Values”, Economic Journal. 44, Londres, marzo 1894.
- BICKERDIKE, C. F., “The theory of Incipient Taxes”, Economic Journal, Nro. 64, Londres, dic de 1906.
- PIGOU, A. C., “Protective and Preferential Import Duties”, Economic Journal, Nro. 17, marzo de 1907.
- SCITOVSKY, Tibor, A Reconsideration of the Theory of Tariffs, RES, Londres, 1942.
- LERNER, A. P., The Economics of Control, MacMillan, Nueva York, 1944.
- GRAAFF, J. de V., Theoretical Welfare Economics, Cambridge University Press, Londres, 1967, cap. 9
- JOHNSON, Harry, Optimum Tariffs and Retaliation, RES, Londres, 1953, 21:142-153.
- KEMP, Murray, “Notes on the Theory of Optimal Tariffs”, Economic Record, nro. 43, sept. de 1967.
- CORDEN, W. M., Trade Policy and Economic Welfare, Clarendon Press, Oxford, 1974.
La “inelasticidad” de la demanda de nuestros “productos básicos” de exportación no industrializados se demuestra prácticamente con el ejemplo del precio internacional de la soja, que pasó de valer 600 dólares la tonelada en un año y en el siguiente, a 300. Por ello, Chile exporta el cobre por medio de una empresa estatal, la CODELCO, la que vende el cobre cuando el precio es alto en el mercado internacional, y lo retiene cuando está bajo, y así maximiza sus ingresos por exportaciones de ese metal. La baja elasticidad precio de nuestros productos básicos de exportación y los de otros países latinoamericanos está comprobada, ver al respecto el trabajo completo de BID-INTAL[9]
3.- A su vez, el TCR “recontra-alto”de 2000 pesos por dólar a precios de mayo de 2025, e indexado, estimula la entrada de capitales extranjeros sin privilegios aberrantes e inconstitucionales, como propone Milei, y por otra parte estimula la demanda de trabajo porque la “elasticidad precio” de la demanda de trabajo es de -0.20 y la “elasticidad ingreso” de esa demanda es 1. Por lo tanto la demanda de trabajo crecerá un 20% inmediatamente a la devaluación, por causa del tipo de cambio “recontra-alto”, debido a que los empresarios calculan el salario en dólares-porque lo ven como un costo, el que será bajo en dólares por la devaluación. Pero es alto para los trabajadores, porque éstos consumen primordialmente bienes “no transables” internacionalmente. Hay más: adicionalmente, la demanda de trabajo crecerá al 8% anual, en línea con el crecimiento del PBI a esa tasa del 8%, estimulada, a su vez, por el crecimiento de las exportaciones al 20% anual.
4.- Todavía hay un argumento más a favor del del TCR alto: sirve para proteger la industria de manera uniforme e igualitaria, lo cual es obtenido con una tarifa baja igual para todos los productos importados del 10%. Sin necesidad de altos aranceles especiales para determinados productos, como los automóviles, medicamentos y otros, todo lo cual es causa de distorsiones y mala asignación de los recursos, y por lo tanto, es un freno para el desarrollo económico. De esta manera habría una “protección efectiva” igualitaria consistente con la “optimalidad” de Pareto. El tema ha sido objeto de análisis a fondo por esclarecidos economistas especializados en economía internacional, que los argentinos charlistas sobre temas de economía en televisión y redes sociales parecen desconocer olímpicamente[10].
Por lo demás, un impuesto uniforme sobre todas las importaciones de 10% permite recaudar para el fisco mucho más dinero que el distorsionado sistema de protección efectiva que se aplica hoy en la Argentina, porque los productos que tienen altísimo arancel se producen en el país, y por lo tanto no pagan ni se importan, y los productos que se importan, tampoco pagan impuestos de importación, porque gozan de exenciones arancelarias casi totales.
5.- Para que el aumento de la demanda de trabajo se materialice, es necesario dejar de lado las anticuadas leyes laborales existentes en nuestro país y establecer un sistema para los nuevos contratos de trabajo, similar al sistema que rige en la industria de la construcción, mediante el cual, el empresario deposita en un banco mensualmente un 8% del importe del salario a la orden indisponible del trabajador, que se debe ir acumulando en términos reales con intereses de 2% anual, que se entregaría al trabajador en caso de despido, como única indemnización. Si no hay despido eventualmente debiera acrecentar sus aportes jubilatorios. Consistente con la política de crear masivamente empleos, debe estimularse la construcción de viviendas, la agricultura y la industria, sobre todo hacia el interior del país, donde la tierra sería muy barata, para descentralizar la distribución de la población, hacinada en el gran Buenos Aires y el gran Rosario. Todo ello mediante préstamos hipotecarios para la construcción de viviendas en zonas altas, a 30 años de plazo y bajas tasas reales de interés, hechas posibles por el nuevo sistema monetario similar al chileno de la UF, y por la vigencia del impuesto al valor venal de la tierra libre de mejoras propuesto en el punto 11 siguiente. Este recomendado por toda la teoría económica y tributaria, impuesto que será muy bajo y eficiente, si lo comparamos con los múltiples impuestos y tasas que rigen en nuestro país actualmente, especialmente en las zonas superpobladas.
6.- En la actualidad el verdadero desempleo en la Argentina ronda el 50%, porque generaciones de abuelos, hijos y nietos nunca han trabajado y viven de subsidios, planes, o empleo público “clientelista”, o de subsidios por enfermedades falsas que no existen. Se hace necesario, en consecuencia, entrenar a estos trabajadores en actividades realmente productivas. Para ello nada más práctico que seguir la sabia política que adoptó el presidente, General Juan Domingo Perón en 1946, cuando fomentaba el establecimiento de escuelas de entrenamiento de trabajadores en las mismas empresas. Ese costo debería ser computable como pago a cuenta del impuesto a las ganancias de las empresas respectivas.
7.- La formación de capital humano requiere como condición, “sine qua non”, que el Estado, en el nivel nacional, provincial y municipal solamente contrate a los egresados de la universidades y establecimientos educativos con la mejores notas y mediante previos rigurosos exámenes de ingreso, desterrando definitivamente los nombramientos políticos de favor y la “politiquería” de las Universidades y escuelas públicas
8.- En vez de “dolarizar”, como propone el Presidente Milei, debería adoptarse el exitoso sistema monetario chileno-geselliano de la UF, derivado de la idea de Silvio Gesell de moneda de valor constante. Porque los depósitos bancarios a plazo fijo a más de tres meses en Chile están indexados con el IPC, y dan un interés del 2% anual. En el país vecino, la moneda corriente sigue siendo el peso chileno y no hay “dolarización”. El dólar es una moneda inferior a la UF chilena porque la UF está protegida contra la inflación, y en cambio el dólar no, porque padece de una inflación del 4% anual promedio. El sistema monetario “chileno-geselliano” evita la fuga de capitales, aumenta el volumen de los depósitos bancarios a plazo fijo y mejora la asignación de los recursos, porque los préstamos bancarios a más de tres meses también están indexados, y, en consecuencia, se requiere un análisis riguroso del costo-beneficio por parte de los prestatarios empresarios, y de los bancos, al tomar y conceder préstamos.
Como consecuencia de este sistema monetario y bancario, el monto total de crédito bancario al sector privado en Chile supera el 80% del PBI, lo cual permite una alta tasa de inversión privada y un alto crecimiento. En la Argentina ese porcentaje de préstamos bancarios al sector privado no llega al 10% y una tasa de inversión sobre el PBI de otro tanto, la más baja del mundo. Además, con el sistema monetario al estilo chileno, acompañado con tipo de cambio alto, se estimularía la vuelta de los capitales argentinos fugados y su blanqueo mediante el pago de un pequeño impuesto del 1%, excluyendo, por supuesto, a los capitales del narcotráfico y la corrupción. Si se aplicase en nuestro país un sistema monetario similar a la UF chilena, caería el altísimo riesgo país argentino del ministro Caputo del orden de los 600 puntos básicos a 100 puntos solamente y se podría solucionar el problema de nuestra enorme deuda externa, mediante su refinanciación a largos plazos y a bajas tasa de interés. Y por supuesto, nuestro Banco Central se llenaría de reservas monetarias en poco tiempo, superando así la angustiante situación de reservas monetarias netas negativas y pérdidas diarias de millones de dólares que ese Banco experimenta a mayo de 2025
9.- Consistente con el propósito de aumentar el empleo sobre todo en la industria de la construcción y bajar los costos de la actividad económica, el presidente Milei debería licitar inmediatamente la Red de Federal de autopistas que diseñó al detalle el Dr. Guillermo Laura, con un grupo de 20 ingenieros. Red de más de 13200 kilómetros, que cubriría todo el país, desde “La Quiaca” a Río Gallegos. Red federal que tendría cuatro manos y cruces a distinto nivel que evitarían las 6000 muertes que se producen anualmente en el país por choques frontales. Esta obra sería fácilmente financiable dentro del esquema monetario a la chilena que proponemos, por la vía del sistema de concesión de obra pública, en tramos de 1000 km cada uno, en 13 concesiones que podrían ser remuneradas a los concesionarios por medio de bonos indexados a pagar con recaudación al litro de nafta y la electricidad vendida a los autos, ómnibus y camiones, nafteros y eléctricos. Obviamente, el peaje común no es viable en el lejano interior del país para financiar autopistas, porque no hay tráfico suficiente. Demás está señalar el carácter reactivador de la economía de estas grandes obras públicas
10.- Consistente con una nueva política de crecimiento de las exportaciones e importaciones, Milei debería llamar a licitación pública internacional para construir un gran puerto de aguas profundas por el sistema de concesión de obra pública, cuyo proyecto de ley y estudio hemos elaborado en detalle conjuntamente con el capitán de navío Francisco Cachaza Iramont. Ese puerto se debe construir en algún lugar de la costa de la provincia de Buenos Aires, en vez de insistir con el costoso, obsoleto y corrupto sistema contractual de la “hidrovía”. Los puertos del Paraná y del Río de la Plata podrían alimentar al puerto de aguas profundas por medio de barcazas chatas de 100 metros de largo y 6 metros de calado como ocurre en el río Misisipí en los EEUU, y los puertos de aguas profundas del golfo de México, o el lago Michigan, el río San Lorenzo y el Puerto de Nueva York, de aguas profundas. El puerto de aguas profundas argentino permitiría recibir buques de 200 mil toneladas de carga y 15 metros de calado. Con la profundización de los canales de Panamá y Suez son los que se usan desde 2015 en el transporte internacional. Abaratan considerablemente dicho costo de transporte para las economías de escala. Estos buques nunca podrían entrar en el Río de la Plata o el Paraná que solo admiten buques de 9 metros de calado, haciendo poco competitiva la producción nacional de exportación, debido a los altos costos de transporte en barcos de 60 mil toneladas o menos.
11.- Consistente con una política fiscal eficiente, debiera reformarse el régimen de coparticipación federal de impuestos existentes por un método que sea viable con la actual Constitución de 1995, como se estudia con más detalle en un bien fundamentado proyecto de ley presentado por el que escribe en 2017 cuando fuera diputado nacional. Asegura el superávit fiscal y aumenta la productividad de la economía, todo simultáneamente.
Para ello se debería proponer al Congreso el dictado de una Ley Marco para inducir a las provincias a establecer el impuesto al valor venal de la tierra libre de mejoras, siguiendo a David Ricardo y Silvio Gesell, en reemplazo del impuesto a los ingresos brutos, que sería derogado voluntariamente por las provincias, dado que el impuesto al valor venal de la tierra libre de mejoras permitiría una mayor recaudación. Un impuesto al valor venal de la tierra libre de mejoras del 1% no se puede evadir, y por lo tanto sería muy eficiente para la recaudación impositiva de las provincias. Por otra parte, obligaría a los propietarios de la tierra a trabajarla. Además, para ser compatible con la Constitución de 1995 que prácticamente impide cambiar el régimen de coparticipación federal, y para tentar y superar la posible oposición de alguna provincia “clientelista” y para no perjudicar a ninguna provincia ni tampoco a los productores agropecuarios eficientes, este impuesto debería ser computable como pago a cuenta del impuesto nacional a las ganancias, o del IVA de los individuos, o de las empresas, para aislar y debilitar resistencias de los propietarios meramente especulativos con su tierra. La implantación del impuesto provincial a la tierra libre de mejoras, como si cada parcela individual estuviera pelada, permitiría la eliminación del impuesto regresivo a los ingresos brutos provinciales. Este se evade en un 50%, y se traslada a los precios reduciendo los salarios reales, los que con el nuevo régimen fiscal aumentarían automáticamente en un 12%, según lo hemos medido con una tabla de insumo-producto.
Pies de página:
En el caso de Martínez de Hoz: 4 años, en el caso de Menem, Cavallo, De la Rúa: 10 años. En el caso del kirchnerismo, la sobrevaluación cambiaria comenzó en el 2007 y sus efectos calamitosos recién se vieron en 2015.
[2] Ver Krugman Paul premio Nobel de Economía, en el libro “Peddling Prosperity”, W.W. Norton, New York and London, 1994 donde con gran ironía pone en ridículo a la teoría de Milei-Caputo y Arriazu de que la causa de la inflación es la devaluación.
[3] Ver “Economía Política Argentina”, Editorial La Ley, por Eduardo Conesa Luis Rey y Gustavo Zunino, págs 403 a 412
[4] Ver al respecto, las citas de libro “ECONOMÍA POLÍTICA ARGENTINA” por Eduardo Conesa, Luis Rey y Gustavo Zunino; EDITORIAL LA LEY, 2024, págs 406, 407 y 410
[5] Tinbergen Jan, “On the theory of economic policy”, North Holland, Amsterdam , 1952
[6] Prebisch, Raúl, “Informe Preliminar sobre la Situación Económica”, Buenos Aires, documento público Enero de 1956
[7] Moyano Llerena, Carlos: varios números en “Panorama de la Economía Argentina”, luminosa revista trimestral publicada por este economista entre 1956 y 1971
[8] Di Tella, Guido: “Una reapertura de la economía con acceso a las exportaciones industriales, puede ser una de las más efectivas vías liberatorias de la actual situación de dependencia…por otra parte, esta política de exportaciones requiere una revaluación de la política de sobrevaluación del peso y de las altas tarifas nominales requeridas por esa sobrevaluación”. “La Estrategia del Desarrollo Indirecto” Editorial Paidós, Buenos Aires 1973, p. 209
[9] “Términos de Intercambio y Tarifa Óptima en América Latina”. INTAL BID TOMOS 1 y 2, 1983 por Raúl Prebisch, Eduardo Conesa, Gerard Adams, Diego Pizarro Salazar, Marc Lonoff, Adrián Lambertini, Jere R. Behrman, Montague Lord, Carlos M. Gallegos, Manuel Diaz Franjul, Irving Kravis, William Cline, Walter C. Labys y Gabriel Siri
[10] Ver al respect Bela Balassa, “The structure of protection in developing countries”. Obra auspiciada por el Banco Mundial y el BID, John Hopkins University Press.1971 y Corden Max, “Trade Policy and Economic Welfare”, Clarendon Press, London, 1974
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