LA ECONOMÍA INTERNACIONAL ANTE LAS POLÍTICAS DISRUPTIVAS DEL PRESIDENTE DONALD TRUMP

Por Eduardo Conesa, Ph. D.

Presidente de la “International Law Association, Rama Argentina”

Conferencia pronunciada del 6 de mayo de 2025 en el Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires 


    El acceso de Donald Trump a la Presidencia de los Estados Unidos en 2025, con los enormes cambios que trata de imponer e implementar en la economía internacional, obliga a analizar brevemente su impacto en dicha economía. 

Por lo pronto, el presidente sufrió una fuerte caída en su credibilidad porque prometió terminar con la guerra entre Rusia y Ucrania en tres días y ello no ha ocurrido a cuatro meses de su asunción, y, por el contrario, pareciera que el conflicto continúa a los 5 meses y va para largo. 

    Además, ha convulsionado la economía internacional con enormes tarifas aduaneras impuestas por “orden ejecutiva” a Canadá, Méjico, China y a casi todos los países del mundo. Por suerte, nuestro país conjuntamente con Brasil, Chile, Colombia y otros han sido castigados con un arancel menor del 10% solamente. Pero los aranceles de importación impuestos a China superan el 140%.

    Incluso sorprende que un país, como los Estados Unidos, que se declaró independiente de Inglaterra en 1776 porque el Rey Jorge III había sancionado impuestos al té por simple decreto, sin recurrir a una ley parlamentaria, violando así la Carta Magna arrancada por los barones ingleses al Rey Juan sin Tierra en 1215, por el mismo motivo, ahora, Trump genere tan extraordinaria revolución arancelaria mundial con simples “órdenes ejecutivas” llamados “decretos de necesidad y urgencia” en nuestro país, donde al menos se requiere la convalidación de una de las cámaras del Congreso.

 

    Para comprender esta coyuntura internacional debemos recordar que el país que emitía antiguamente la moneda mundial, es decir, el oro y la plata, desde 1500 y hasta 1800, fue España desde sus colonias americanas. Ello derivó en una gran inflación de precios en todo el mundo hispánico que implicó una sobrevaluación cambiaria fenomenal en la propia España y sus colonias. Por ejemplo, al tiempo de la revolución de mayo de 1810, en nuestro país había 120 comerciantes ingleses en Buenos Aires ansiosos de colocar un vasto conjunto de mercaderías a muy bajos precios: un par de zapatos o vestimentas de alta calidad importadas de Inglaterra costaban la cuarta parte que los mismos artículos producidos en España y sus colonias. 

    Hoy día, el país que emite la moneda mundial ya no es España, sino los Estados Unidos con el billete dólar, al igual que España en su momento con el oro y la plata, por lo cual, la historia se puede repetir, aunque con connotaciones muy distintas.  

    Por lo tanto, no debe sorprender que los productos industriales fabricados en China, cuesten la cuarta parte que la producción estadounidense de igual calidad. Los demás países desarrollados de Europa, Japón y otras también tienen el mismo problema de sus altos costos que tratan de solucionar con la inteligencia artificial, los robots y la automatización de sus procesos productivos. Ello deja a una gran parte de la población con salarios relativamente altos, pero trabajando en una cantidad enorme de servicios, a veces meramente auxiliares. 


    Al respecto debemos recordar una ley del desarrollo económico relativa a los bienes y servicios “transables versus los no transables internacionalmente” que indica que la productividad crece más rápido en la fabricación de transables, y en las enseñanzas que al respecto han brindado diversos economistas de gran nivel, los primeros dos de ellos Premios Nobel como William Arthur Lewis, Paul Samuelson, Bela Balassa, William Baumol y Julio H. G. Olivera.

    Las consecuencias macroeconómicas del diferente grado de crecimiento de la productividad en bienes y servicios “transables versus no transables internacionalmente” a favor de los primeros, le ha permitido a este orador profundizar sobre el tema extensamente en los capítulos, 11, 14, 16, y 17 del libro "MACROECONOMIA y POLITICA MACROECONOMICA", por Eduardo Conesa, Editorial La Ley, ( siete ediciones, la última de 2019 de 900 páginas ). Puede representarse en una curva doble exponencial llamada “logística” donde en las primeras etapas de un país en desarrollo, el nivel de vida popular es bajísimo por cientos de años, y luego cuando el país se organiza para exportar con un sector moderno alentado por un tipo de cambio muy alto, meritocracia en la administración pública, formación de capital humano mediante un excelente sistema educativo, y, además finanzas públicas sanas, luego se genera un veloz despegue económico de unos 50 años de fuerte crecimiento en el PBI per cápita. Luego, finalmente, la curva tiende a aplanarse y la tasa de crecimiento de una economía ya desarrollada se torna muy baja casi tendiendo a cero, o uno o dos por ciento anual, acompañada de una sobrevaluación de su moneda, independientemente de si emite o no la moneda mundial.  Quizá el mejor ejemplo de esta última dinámica sea el Japón, país que tuvo un desarrollo extraordinario entre 1948 y 1985, pero luego pasó a ostentar un crecimiento anual igual a cero en el decenio de 1990 siguiendo hasta el presente, con fuerte sobrevaluación cambiaria, gran automación de los procesos productivos industriales, y la mayor parte de su población trabajando, no ya en la industria, sino en los servicios, con salarios relativamente altos.



    Un fuerte crecimiento es lo que está ocurriendo en China desde 1970. En esos tiempos, China ostentaba un nivel de vida bajísimo. Fue entonces que los Estados Unidos, gobernados por el Presidente Richard Nixon, con Henry Kissinger, como Asesor Jefe de Seguridad Nacional, trataron de romper la alianza entre China comunista y la USSR, convenciendo a los chinos, después de la muerte de Mao Tse Tung, que inauguren en China, un sistema económico capitalista, aunque mantengan en la cúpula gubernamental una dictadura de aparente filosofía marxista-comunista a nivel meramente teórico. Pero en todo lo demás instauran una libertad de mercado, oferta y demanda, precios libres, libre empresa, propiedad privada de los medios de producción, sin legislación laboral alguna  protectora de los trabajadores. Eso sí, con el tipo de cambio real muy alto para exportar a 7 yuanes por dólar y meritocracia en la administración pública. Incluso fomentando educar en el MIT, el Instituto Tecnológico de Massachussets a miles de ingenieros asiáticos. 

    Todo esto lo pudo ver el que les habla, cuando se desempeñaba en Harvard. En esta última universidad participó como “Fellow”, del “Centro de Estudios de Política Internacional” y a tales efectos gozaba de un carnet de “Profesor de Harvard”, que le permitía entrar libremente en las aulas de ingeniería del MIT, y, para su sorpresa: el 70% de los 80 alumnos de cada clase eran chinos, coreanos o japoneses. Los argentinos brillaban por su ausencia. Había algunos estadounidenses y europeos, pero eran franca minoría.

 

    La consecuencia de la multiplicación de la ingeniería China, iniciada en el MIT, y la política macroeconómica internacional china antedicha, fue la que permitió a ese país crecer al 10% por año durante 40 años y ahora tener un nivel de vida que va acercándose al de los Estados Unidos. Se prevé que lo alcanzará dentro de 10 años, pero con una población de más de 1400 millones de habitantes, 3 veces y media mayor que la estadounidense. 

    En la actualidad, a 2025, el presidente Donald Trump de USA pretende frenar el desarrollo chino estableciendo tarifas aduaneras de importación cercanas al 150% a las exportaciones provenientes de China. Pero ya es tarde. La fortaleza económica china es imparable. De la misma manera, Trump viola en los hechos, para sorpresa de los entendidos, los tratados del GATT y la OMC que sus antecesores presidentes de USA promovieron para liberalizar el comercio internacional. Trump impone, por simple orden ejecutiva, altas tarifas aduaneras, no solamente a China, sino también a Canadá y Méjico, Europa y al resto del mundo. Como ya mencioné arriba, con nuestro país, Brasil, Chile y Colombia Trump fue más benévolo, porque los aranceles de importación que nos aplicaría serían del 10 % solamente. 

    Este proteccionismo tendría en teoría que llevar teóricamente a una fuerte sobrevaluación del dólar. Pero, para peor, a la larga, puede determinar el abandono del dólar como la moneda aceptada mundialmente, y, en consecuencia, llevar a una depreciación de esta moneda, y después el abandono de los acuerdos de Bretton Woods de 1944. En efecto, los demás países, en respuesta a la agresividad de Trump, podrían reformar el sistema monetario internacional estableciendo, por ejemplo, el “Bancor”, propuesto por Lord Keynes en nombre de la Inglaterra de Churchill en 1944, como moneda internacional, y la “International Credit Union” en lugar del FMI, como proponía el mismo gran economista en ese año en la Asamblea de Bretton Woods, donde Estados Unidos, no obstante, impuso su propuesta del FMI y el dólar convertible, sobre la base su poder militar, de verdadera potencia triunfadora de la segunda guerra mundial.  

    Ejemplos acerca de la importancia de la cuestión tarifaria abundan. Una se demuestra, por ejemplo, en la misma guerra civil estadounidense del decenio de 1860. Aparentemente, su causa era la cuestión de la libertad de la población de color, sometida a la esclavitud en los Estados del Sur, contra el humanismo liberal del Norte. Sin embargo, después de ganada la guerra por los Estados del Norte, proteccionista, contra el Sur, librecambista e interesado en exportar algodón y tabaco libre de impuestos a Inglaterra sobre la base del trabajo barato de los esclavos, ocurrió lo inesperado: resultó electo Presidente de los Estados Unidos Rutherford Hayes. Un norteño quien obtuvo la presidencia gracias a los votos en el Colegio Electoral de los electores de los Estados del Sur, bajo la condición de que la población de raza negra, aunque aparentemente libre, no pudiera salir de las tierras donde trabajaban. Quedó demostrado entonces que la verdadera razón de la guerra no era la libertad de los esclavos, sino el proteccionismo defendido por los Estados del Norte, versus el libre cambio, esta vez defendido por los del Sur, esclavistas. 

Otro ejemplo de cuestiones tarifarias está en el capítulo 4 del libro mencionado arriba donde estudiamos las terribles consecuencias que para Gran Bretaña tuvo la sobrevaluación cambiaria implementada por el entonces ministro de Hacienda, el diputado del partido liberal Winston Churchill, sobrevaluación fuertemente criticada por John Maynard Keynes. 

    Tambien en el capítulo 5 de ese mismo libro estudiamos la fuerte expansión de la economía estadounidense bajo la presidencia de Calvin Coolidge, fundada en el tipo de cambio alto y la tasa de interés baja, seguida de la gran depresión económica en 1928 bajo la presidencia de Hebert Hoover, iniciada por una gran suba de la tasa de interés, y la estrepitosa caída de la bolsa de Wall Street, seguida del altísimo proteccionismo de la ley Taft-Hartley, la que pretendía reactivar la gran industria estadounidense mediante la sustitución de  importaciones. Pero que finalmente fracasó porque sumió a todo el mundo en la gran depresión mundial generalizada del decenio de 1930, debida a la retorsión inmediata de los demás países.

    La depresión alemana de 1925 a 1932, descrita en el Capítulo 3 del libro mencionado, y la inglesa en el Capítulo 4, fueron agravadas por la proveniente de EEUU de 1928-38, descrita en el Capítulo 5. Estas tres depresiones económicas juntas terminaron extendiéndose a todo el mundo, y a la larga determinaron el ascenso al poder del dictador Adolfo Hitler en Alemania, y la Segunda Guerra Mundial que comenzó en 1939, exactamente a los 20 años después, según lo pronosticado por Keynes en su libro “Las Consecuencias Económicas de la Paz” de 1919.


    Lo cierto es que Estados Unidos, después de terminada la Segunda Guerra mundial en 1945, ayudó en 1948 a la reconstrucción de Alemania occidental y Japón recomendándoles un tipo de cambio muy alto para exportar, superávit fiscal, meritocracia en la administración pública, además del plan Marshall para toda Europa. 

    Pero lo más importante fue que Estados Unidos, con gran visión de futuro, propugnó una gran liberalización del comercio mundial por intermedio del Tratado del GATT, “Acuerdo General sobre Tarifas y Comercio” que tenía en su artículo primero la “Cláusula de la Nación más Favorecida” según la cual cuando dos países se rebajaban mutuamente las tarifas de importación de determinados productos, dicha rebaja beneficiaba a todos los demás firmantes del acuerdo del GATT. Sobre la base de este Tratado se celebraron varias rondas de negociaciones, como la ronda Dillon, de la soja de Estados Unidos por automóviles de Europa, las rondas Kennedy, y Tokio, de donde resultó una gran rebaja de tarifas aduanera de carácter multilateral que benefició a muchísimos países industriales. Luego el GATT fue reemplazado por la OMC, la “Organización Mundial del Comercio” a la que adhirió China, todo ello en línea con el libre comercio y la competencia a nivel mundial, siguiendo la filosofía inicial del GATT. Solamente fracasó la “Ronda Uruguay” que trató de liberalizar el comercio mundial en productos agrícolas. 


    Por otra parte, el Tratado Internacional de Bretton Woods de 1944, suscrito bajo el liderazgo de los propios Estados Unidos, sufrió un gran golpe el 15 de agosto de 1971, cuando el presidente Richard Nixon, por simple “orden ejecutiva”, suspendió la cláusula por la que, en dicho Tratado Internacional, EEUU se obligaba a entregar oro, a razón de 35 dólares la onza de oro, a los demás países firmantes del acuerdo, cuando sus bancos centrales acumulen excesivas tenencias de dólares. Esta decisión de Richard Nixon, se parece a las decisiones unilaterales de Donald Trump contra el Derecho Internacional. Sin embargo, se consideró que la decisión aparentemente arbitraria de Nixon fue más que razonable y estaba justificada en su tiempo, debido a que Estados Unidos estaba a cargo de la defensa de la libertad en Occident. Gastaba el 6% de su PBI en defensa contra la Unión Soviética y su dictadura comunista. Eran tiempos de Guerra Fría entre las dos grandes potencias nucleares, USA y la USSR, cada una con miles de cohetes balísticos intercontinentales cargados con bombas atómicas que podrían acabar con la humanidad entera. 


    Vinculado a la competencia EEUU-URSS, con el veloz desarrollo económico capitalista empresarial de China desde 1970 hasta comienzos del siglo XXI, ocurrió un hecho curioso, por una política anterior de Mao: la que no permitía a las familias chinas tener más de un solo hijo. Por lo cual, las familias preferían a los niños varones, sacrificando a las niñas. Con el paso del tiempo, ocurrió que solamente los varones muy ricos conseguían esposa, dada la escasez de mujeres, lo cual redundó en una competencia capitalista feroz por la riqueza individual por parte de los varones para conquistar esposas, lo cual favoreció más aún un fuertísimo desarrollo capitalista. Fue así que, entre el tipo de cambio real alto para exportar, y la alta tasa de ahorro e inversión, China creció al 10% por año entre 1980 y 2010, prácticamente sin inflación.  

    Pero como señalamos antes, el crecimiento económico veloz a lo largo de la historia y en los distintos países que realmente se desarrollan, tiende a seguir la curva logística dibujada arriba y tal cual describimos matemática y econometricamente en los capítulos 16 y 17 en el libro de Macroeconomía antes señalado. 


    La supremacía de los Estados Unidos podrá mantenerse, hasta cierto punto, sobre la base de su altísimo nivel científico, su industria armamentística, la alta medicina y el turismo. Pero será alcanzado indefectiblemente por China, a menos que el sistema autocrático de gobierno del partido comunista Chino comience a mostrar fisuras, lo cual es altamente probable. Lo imperfecto de su sistema de transmisión del poder entre los distintos gobernantes de ese país a través del tiempo es determinado por la finitud de la propia naturaleza humana, determinada a su vez desde arriba por el Altísimo. 


    Todo esto nos lleva a la conclusión que las medidas aduaneras extemporáneas del Presidente Donald Trump, del gran país del Norte, pueden terminar en un juicio político a este Presidente, dada la inutilidad e inoperancia de dichas medidas. También puede acontecer que Trump retroceda a tiempo, dada su profesión de “hábil negociador”, adquirida cuando joven, en la Escuela “Wharton” de la Universidad de Pennsylvania. Mientras tanto, su grado de aprobación en la opinión pública estadounidense habría bajado del 60% positiva al inicio de su gestión, a solamente el 40% en pocos meses.   

    Por último, además destacar que las opiniones aquí vertidas en esta conferencia son puramente personales, y en nada comprometen a la “International Law Association”, en su Rama Argentina, o en la Internacional.    





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