La economía argentina de los últimos 50 años es una verdadera tragedia que asombra al mundo. En 1936 el famoso economista inglés Colin Clark vaticinaba sobre la base de proyecciones econométricas que para el año 1960 la economía argentina iba a tener el PBI per cápita más alto del mundo.

En 1980 el premio Nobel de economía Paul Samuelson afirmó en una conferencia pronunciada en México, que había 4 clases de países, los desarrollados, los subdesarrollados, Japón y Argentina. Japón porque era un país sin recursos naturales que tenía uno de los ingresos per cápita más altos del mundo y Argentina un país con enormes recursos naturales que en el decenio de 1930 parecía que iba ser el más rico del mundo, en cambio pasó de casi desarrollado, al más triste subdesarrollo.

Y lo peor es que desde 1980, hasta 2024, nuestro subdesarrollo se acentuó dramáticamente.


Hoy en día se reconoce, unánimemente, que, en el largo plazo, el factor más importante determinante del crecimiento económico es la educación, lo cual requiere que, en las escuelas primarias, los maestros, y en las secundarias y universidades, los profesores estén bien pagos y reine la más rigurosa meritocracia: nada de adoctrinamiento. Conocimiento y ciencia pura solamente. Cómo lo supo imponer el presidente Sarmiento, cuya impronta duró desde 1869 hasta 1950-70 solamente. Además, si los nombramientos en el Estado se hacen por riguroso orden de mérito, se frena eficazmente el crecimiento del gasto público clientelista, por una parte, y por la otra se establece un “control interno” entre los empleados y funcionarios públicos porque, como la pirámide jerárquica se va reduciendo en la cúspide, los funcionarios públicos compiten por ascender de categoría, y, en consecuencia, los que trabajan poco o cometen actos de corrupción, son postergados en los ascensos y/o son cesanteados

A nueve meses de asumir el actual gobierno, no parece dar prioridad a la educación, ni a la meritocracia y tampoco tener un plan de verdadero desarrollo económico. El presidente Frondizi, por ejemplo, antes de asumir, en 1958 ya había iniciado los contratos petroleros. Ahora a 9 meses de asumir, el actual no ha reglamentado la ley RIGI, la que por otra parte comete el error jurídico-económico de someter los posibles conflictos de las empresas inversoras con el Estado argentino al CIADI, un organismo internacional creado originalmente en el decenio de 1960 para dirimir controversias entre inversores extranjeros y países africanos, recién independizados, que no tenían verdaderos poderes judiciales independientes. El CIADI no debiera aplicarse a la Argentina, país que presume tener un poder judicial probo e independiente. La jurisdicción del CIADI es violatoria del artículo 116 de la Constitución Nacional que confiere la potestad jurisdiccional, en definitiva, a nuestra Corte Suprema1.

La política macroeconómica del ministro Caputo apunta a la restricción monetaria, del crédito y a la sobrevaluación cambiaria con cepo cambiario. Aunque es adecuada la reducción del gasto público superfluo, por otra parte, la contradice por agrandarlo en relación al PBI, con la sobrevaluación cambiaria. Además, la recesión económica, provoca una caída de la recaudación fiscal, y además como la elasticidad ingreso de la recaudación fiscal en relación al PBI es 1,6, se agrava más todavía el déficit fiscal por la caída del PBI, obligando a mayores reducciones de gasto en una espiral descendente catastrófica. El economista estrella del ministro “Toto” Caputo, es el Lic. Ricardo Arriazu, quien fuera el propulsor de la fracasada “tablita cambiaria” del ministro de economía Dr. José Martínez de Hoz en 1977-80: la idea de la “tablita” era ir devaluando todos los meses a una tasa cada vez menor, por ejemplo, 5%, 4%, 3%, 2% y así sucesivamente todos los meses y cuando la devaluación fuera de cero, la inflación supuestamente, iba ser de cero también. El ensayo aconsejado por Arriazu fue un fracaso absoluto generando una gran sobrevaluación cambiaria y una deuda externa que pasó de 9 mil millones de dólares en 1977, a 47 mil millones en 1980, año que finalizara además con una alta inflación del 80% anual, no obstante, la sobrevaluación cambiaria de “la tablita”. Pero Milei, Caputo y Arriazu no aprenden de la historia, e insisten en el error. Esta tesis de la devaluación como principal causa de la inflación carece de credenciales académicas y fue sostenida en los decenios de los setentas y los ochentas del siglo pasado en los Estados Unidos por un poderoso periodista, Robert Bartley, editor en jefe del Wall Street Journal. Incluso al comienzo de 1981 esa doctrina falsa fue adoptada ingenuamente nada menos que por el presidente Ronald Reagan, de los Estados Unidos. Pero este presidente se percató luego, justo a tiempo, de que con esa política de sobrevaluación del dólar estaba destruyendo la economía de los Estados Unidos y por lo tanto en 1985 devaluó en un 100%, con una inflación subsiguiente de casi cero y fuerte superávit fiscal, salvando así a los Estados Unidos de un desastre mayúsculo2. La devaluación acompañada de fuerte superávit fiscal reduce la cantidad de moneda en manos del gran público y por lo tanto frena el gasto corriente y la inflación. Y por otra parte genera un aumento de las reservas del Banco Central y una baja en la tasa de interés en el mercado de capitales. De esta manera, el nuevo dinero creado por el superávit en la balanza de pagos no es inflacionario, sino que, por el contrario, estimula la baja en la tasa de interés, y por esta vía el aumento de la inversión y una mayor producción.

 

El gobierno debiera imitar las políticas de desarrollo de algunos países claves después de 1948. 

Jan Tinbergen, un holandés premio Nobel de economía, estableció en el decenio de 19503 que para éxito de la política macroeconómica debían utilizarse tantos instrumentos de política macroeconómica, como la cantidad de objetivos que se tengan. Por ejemplo, si se quiere:

1.-Frenar la inflación

2.-Promover el crecimiento de las exportaciones

3.-Alentar la creación de empleos y así arreglar el financiamiento del sistema jubilatorio

4.-Atraer la inversión extranjera hacia industrias extractivas y de elaboración, en condiciones de igualdad con los inversores nacionales

5.- Favorecer la vuelta de los capitales argentinos fugados, 6.-Arreglar el problema de la deuda externa

7.-Alentar la formación de capital humano

8.-Fortalecer el dominio argentino sobre nuestro territorio redistribuyendo la población hacia el interior del país

9.-Mejorar la distribución del ingreso a favor de las clases menos favorecidas

Para ello se debieran utilizar también 12 instrumentos de política macroeconómica.


Hoy, el gobierno, por intermedio del ministro Caputo parece tener dos objetivos solamente: frenar la inflación mediante la restricción monetaria y la sobrevaluación cambiaria por una parte, y, por otra parte, alentar la inversión extranjera en industrias extractivas por medio del del RIGI y el sistema de protección de inversiones del CIADI, todo ello en violación del principio constitucional de la igualdad de los impuestos y cargas públicas del articulo 16 de la Constitución Nacional, y del 116 sobre el carácter “supremo” de nuestra Corte referido antes.

Además, corre por cuerda separada el ministro Sturzenegger, quien busca liberar al Estado de funciones y organismos inútiles, lo cual, en principio, parece loable, pero está en contradicción absoluta con la sobrevaluación cambiaria de Caputo.

La experiencia argentina en el decenio de 1890 es relevante hoy día. En ese decenio nuestra economía estaba estancada, a pesar de la altísima inversión anterior de Sarmiento, Avellaneda y Roca. El estancamiento era causado por la sobrevaluación cambiaria proveniente de la inflación provocada por el fallido esquema de los “bancos emisores garantidos” del presidente Miguel Juárez Celman desde 1887 hasta 1890. En lugar de insistir con la deflación de precios internos para devaluar por izquierda, del decenio de 1890, lo que implicaba largos y dolorosos efectos recesivos en nuestro país, el presidente, General Julio Argentino Roca aconsejado por su ministro José María Rosa, pero sobre todo por el banquero Ernesto Tornquist4 y el esclarecido precursor de John Maynard Keynes, Silvio Gesell5, cortaron el nudo gordiano con una devaluación del 127% en 1899, con superávit fiscal, la cual permitió poner a las exportaciones argentinas como motor de nuestro crecimiento, e hizo que nuestro país llegara tener en sus reservas más oro que el mismo Banco de Inglaterra que entonces dirigía las finanzas mundiales. En 1928 la Caja de Conversión argentina tenía en sus arcas más de 800 toneladas de oro en un país de 14 millones de habitantes. Este impulso duró hasta comienzos del decenio de 1940, no obstante, la recesión mundial del decenio de 1930.


1.- En la posguerra de 1945 la experiencia internacional de países exitosos muestra que se aplicó un enfoque macro parecido al de Gesell y Tornquist, pero ahora más consolidado desde el punto de vista científico por la obra de John Maynard Keynes, profesor de la universidad de Cambridge, quien reconoció explícitamente la inspiración de Silvio Gesell: tipo de cambio alto para promover las exportaciones de algunos países clave, y por ende el crecimiento económico, también con fuerte superávit fiscal, el verdadero antídoto para combatir la inflación, todo ello con meritocracia en la administración pública, para promover la formación de capital humano. Insistimos en que el tipo de cambio “recontra alto” determina instantáneamente achicamiento de la participación del Estado en el PBI, porque el Estado brinda servicios no transables internacionalmente, que no debieran subir de precio con la devaluación correctamente implementada, si hay superávit fiscal.


2.- El TCR “recontra alto” en nuestro país, también lo recomendaron tres economistas argentinos ya fallecidos, Raúl Prebisch6, Carlos Moyano Llerena7 y Guido di Tella8. Ese tipo de cambio de por sí, justifica, como contrapartida, el establecimiento de derechos de exportación del 20% a las materias primas de demanda mundial inelástica. Y derechos de importación del 10% uniformes para todas las importaciones. Además, esos derechos de importación uniformes evitarían distorsiones en la asignación de los recursos en nuestra industria, la que estaría protegida desde ya, y además, estimulada para exportar, por el TCR alto e indexado en términos reales. Derechos de exportación del 20% a las materias primas de demanda mundial inelástica y derechos de importación uniformes a todas las importaciones, consolidarían el superávit fiscal, dado que estos dos impuestos se recaudan en dólares y su recaudación va exclusivamente a las arcas del tesoro nacional, según el artículo 4 de la Constitución Nacional.

La inelasticidad de la demanda de nuestros “productos básicos” de exportación no industrializados se demuestra prácticamente con el ejemplo del precio internacional de la soja, que pasó de valer 600 dólares la tonelada en un año y en el siguiente, a 300. Por ello Chile solucionó científicamente el problema de sus términos de intercambio: exporta el cobre por medio de una empresa monopólica estatal, la CODELCO, la que vende el cobre cuando el precio es alto en el mercado internacional, y lo retiene cuando está bajo, y así maximiza sus ingresos por exportaciones de ese metal.

En la Argentina la gran confusión sobre la política cambiaria más conveniente, proviene de su dualismo en eficiencia entre el sector productor de materias primas y el de elaboración. Igual que en Chile. Pero Chile solucionó este problema en 1973 con un tipo de cambio recontra alto, pero con Codelco para el cobre. El país vecino tuvo mejores cabezas en su conducción macroeconómica que Argentina después de 1973. En nuestro país tenemos un sector agropecuario altamente eficiente porque Dios nos bendijo con las mejores tierras y clima del mundo. Ahora también, nos hemos percatado que lo mismo ocurre con minerales como el litio, el cobre, la plata o el oro. Pero esos sectores no alcanzan para dar trabajo a toda la población en edad de trabajar. Y si concedemos el tipo de cambio “recontra-alto” para ellos y exportamos un exceso de productos agropecuarios y minerales y se nos caerán los precios internacionales, como reconocía Raúl Prebisch. De ahí que la política óptima sea la preconizada por el ultra liberal científico John Stuart Mill: cuando un producto de exportación tiene demanda mundial inelástica al precio, conviene establecerle derechos de exportación, que son la contracara del tipo de cambio recontra alto. Estos derechos son criticados por economistas liberales ingenuos que nunca leyeron, las enseñanzas del economista ultraliberal líder inglés John Stuart Mill9, de Arthur Cecil Pigou10, de Max Corden11, y toda la teoría moderna sobre el comercio internacional.


3.-A su vez el TCR “recontra alto” estimula la demanda de trabajo porque la “elasticidad precio” de la demanda de trabajo es -0.20 y la “elasticidad ingreso” de esa demanda es 1, y, por lo tanto, la demanda de trabajo crecerá un 20% inmediatamente a la devaluación, por causa del tipo de cambio “recontra alto”, debido a que los empresarios de los sectores industriales y los servicios calculan el salario en dólares porque lo ven como un costo, el que será bajo en dólares por la devaluación, pero alto para los trabajadores, porque éstos consumen primordialmente bienes no transables internacionalmente, no afectados por el tipo de cambio recontra alto. Pero, además, la demanda de trabajo crecerá al 8% anual, en línea con el crecimiento del PBI a esa tasa, estimulada, a su vez, por el crecimiento de las exportaciones al 20% anual.

 

4.-Sin embargo, para que el aumento de la demanda de trabajo se materialice, es necesario dejar de lado las anticuadas leyes laborales existentes en nuestro país y establecer un sistema para los nuevos contratos de trabajo, como al que rige en la industria de la construcción, pero mejorado, mediante el cual el empresario deposita indexado en un banco mensualmente un 8% del importe del salario, que se va acumulando en términos reales con intereses, y que se entrega al trabajador en caso de despido, como única indemnización, y, eventualmente acrecienta sus aportes jubilatorios, si no hay despido.


5.-En la actualidad el verdadero desempleo en la Argentina ronda el 50%, porque generaciones de abuelos, hijos y nietos nunca han trabajado y viven de subsidios, planes, o empleo público clientelar. Se hace necesario, en consecuencia, entrenar a estos trabajadores. Para ello nada más práctico que seguir la sabia medida que adoptó el presidente, General Perón de 1946, que fomentaba el establecimiento de escuelas de entrenamiento de trabajadores en las mismas empresas. Ese costo debería ser computable como pago a cuenta del impuesto a las ganancias de las mismas empresas incumbentes.


6.-Las medidas anteriores permitirían obtener un pleno empleo legalizado que además solucionaría el problema de las magras jubilaciones actuales, ya que existirían 4 trabajadores empleados por cada jubilado y no dos empleados por cada jubilado como ocurre en la actualidad.


7.-En lugar de dolarizar, como propone el presidente Milei, se debería adoptar el exitoso sistema monetario “chileno-geselliano” de la UF, derivado de la idea de Gesell de moneda de valor constante, porque los depósitos bancarios a plazo fijo a más de tres meses en Chile están indexados con el IPC, y dan un interés del 2% anual. En el país vecino, la moneda corriente sigue siendo el peso chileno y nada de dolarización12. El dólar es una moneda inferior a la UF chilena porque la UF está protegida contra la inflación, y, en cambio el dólar no, porque padece de una inflación del 4% anual promedio. El sistema monetario “chileno- Gesell” evita la fuga de capitales, aumenta el volumen de los depósitos bancarios a plazo fijo y mejora la asignación de los recursos, porque los préstamos bancarios a más de tres meses también están indexados, y, en consecuencia, se requiere un análisis riguroso del costo-beneficio por parte de los prestatarios y los bancos, y, como consecuencia del mismo, el monto total de depósitos y préstamos bancarios del sector privado chileno supera el 100% del PBI, lo cual permite una alta tasa de inversión privada y un alto crecimiento. En la Argentina, ese porcentaje de préstamos bancarios al sector privado no llega al 10% y la tasa de inversión sobre el PBI otro tanto, la más baja del mundo. El economista estadounidense profesor de la universidad de Yale y Premio Nobel de economía Robert Schiller opinó que Chile tiene el mejor sistema monetario del mundo.


8.- Además, este sistema estimularía la vuelta de los capitales fugados y se engrosarían las reservas monetarias del Banco Central. Si se aplicase un sistema monetario similar a la UF chilena, caería el altísimo riesgo país argentino del ministro Caputo de 1500 puntos básicos, y se podría solucionar el problema de nuestra enorme deuda externa, refinanciándola a largos plazos y a bajas tasa de interés.


9.-En lugar de suspender todas obras públicas y crear una crisis en la industria de la construcción y del empleo, el presidente Milei debería licitar inmediatamente la Red de Federal de autopistas que diseñó al detalle el Dr. Guillermo Laura, con un grupo de 20 ingenieros, de más de 13200 kilómetros, que cubre todo el país, desde la Quiaca a Río Gallegos, red federal que tendría cuatro manos y cruces a distinto nivel que evitarían las 6000 muertes que se producen anualmente en el país por choques frontales. Esta obra sería fácilmente financiable dentro del esquema monetario a la chilena que proponemos, por la vía del sistema de concesión de obra pública en tramos de 1000 km cada uno, en concesiones que podrían ser remuneradas a los concesionarios por medio de bonos indexados a pagar con recaudación al litro de nafta y la electricidad vendida a los autos, ómnibus y camiones, nafteros y eléctricos. El peaje común no es viable en el interior del país para financiar autopistas, porque no hay tráfico suficiente.


10.- Consistente con la nueva política de apertura de la economía, Milei debería llamar a licitación pública internacional para construir un puerto de aguas profundas en algún lugar de la costa de la provincia de Buenos Aires, en vez de insistir con el costoso, obsoleto y corrupto sistema contractual de la “hidrovía”. Los puertos del Paraná y del Río de la Plata podrían alimentar al puerto de aguas profundas por medio de barcazas chatas de 100 metros de largo y 6 metros de calado como ocurre en el río Misisipi en los EEUU y los puertos de aguas profundas del golfo de México. El puerto de aguas profundas (PAP) permitiría recibir buques de 200 mil toneladas de carga y 15 metros de calado, que son los que se usan desde 2015 en el transporte internacional, porque abaratan considerablemente el costo de transporte de las mercaderías. Esos buques nunca podrían entrar en el río de la Plata o el Paraná, que solo admiten buques de 9 metros de calado, y su conducción por “prácticos” haciendo mucho más anticompetitiva la producción nacional debido a los altos costos de transporte en barcos de 60 mil toneladas, o menos.


11.-Proponer al Congreso el dictado de una ley marco para inducir a las provincias a establecer el impuesto al valor venal de la tierra libre de mejoras, siguiendo a David Ricardo y Silvio Gesell, en reemplazo del impuesto a los ingresos brutos, que debería ser derogado. El impuesto al valor venal de la tierra libre de mejoras del 1%, además sería un gran generador de recursos para las finanzas provinciales porque no se puede evadir. Y además debería ser computable como pago a cuenta del impuesto nacional a las ganancias, o del IVA, de los individuos, o de las empresas para evitar resistencias de los propietarios productivistas. La implantación del impuesto provincial a la tierra libre de mejoras, como si cada parcela individual estuviera pelada, debería estar acompañado de la eliminación del impuesto regresivo a los ingresos brutos provincial, que se evade en un 50%, y que se traslada a los precios reduciendo los salarios reales, los que con el nuevo régimen fiscal

aumentarán automáticamente en un 12%, según lo hemos medido con una tabla de insumo producto, cuando el que les habla era diputado nacional en 2017.


12.-Estímulo a la construcción de viviendas, industrias y repoblación hacia el interior del país, donde la tierra sería muy barata, para descentralizar la distribución de la población, hacinada en el gran Buenos Aires y el gran Rosario, todo ello mediante préstamos hipotecarios a 30 años de plazo y bajas tasas reales de interés, hechas posibles por el nuevo sistema monetario chileno-geselliano, y por la vigencia del mismo impuesto al valor venal de la tierra libre de mejoras, recomendado por toda la teoría económica y tributaria, impuesto que será muy bajo en el interior, en relación al vigente en el gran Buenos Aires y del gran Rosario.


Todas estas medidas que expongo ahora, están escritas en forma concreta de proyectos de ley en este “Libro Azul”, que me editó espontáneamente el Congreso de la Nación en 2017, cuando fuera Diputado Nacional, sin que el que les habla lo pidiera y también lo están conceptualmente en “Economía Política Argentina” de Conesa, Rey, Zunino de Editorial “La Ley”, citado antes.


Por último, deseo agradecer al Dr. Domingo Mazza, Decano de la Facultad Superior de Economía y Negocios de la Universidad de Morón, por brindarme esta prestigiosa tribuna.

Muchas gracias señoras y señores.


1  Conesa, Rey, Zunino ECONOMIA POLITICA ARGENTINA, Editorial La Ley, 2024, p. 257 y 275

2 Ver Krugman Paul, Premio Nobel de Economía, en el libro Peddling Prosperity, W.W. Norton, New York and London, 1994 donde con gran ironía se pone en ridículo por este autor a la teoría de Caputo y Arriazu de que la causa de la inflación es la devaluación. Lo cierto es que, en la Argentina de 2024, hasta este mes de agosto, tenemos una inflación altísima del 5% mensual y anual de más 100%, crecimiento negativo del PBI seguido de una fuerte caída de la recaudación fiscal, y un aumento de la desocupación.

3 Tinbergen Jan, On the theory of economic policy. North Holland, Amsterdam 1952

4 Ver Ernesto Tornquist, Aportes de un emprendedor de avanzada. Cien años después. Prólogo de Isidoro Ruiz Moreno, 339 páginas. Coedición de la Fundación Victoria Ocampo

5 Gesell, Silvio, “El Orden Económico Natural” con Revisión y Colaboración Adicional de Carlos Fernando Louge, traducción de la séptima edición alemana, Editorial Errepar, Buenos Aires 2023 y Carlos Fernando Louge “Keynes y Gesell ¿Nuevo Paradigma? El Orden Económico Natural”, Editorial “Errepar”, Buenos Aires 2015

6 Ver prólogo al libro “Términos de Intercambio y Tarifa Óptima en la Argentina”, de Eduardo Conesa, INTAL, 1984

7 Varios números de la revista “Panorama de la Economía Argentina” editada por Carlos Moyano Llerena entre 1956 y 1973

8 Ver por ejemplo, Di Tella Guido: “Una reapertura de la economía con acceso a las exportaciones industriales, puede ser una de las más efectivas vías liberatorias de la actual situación de dependencia…por otra parte, esta política de exportaciones requiere una revaluación de la política de sobrevaluación del peso y de las altas tarifas nominales requeridas por esa sobrevaluación” La Estrategia del Desarrollo Indirecto” Editorial Paidós, Buenos Aires 1973, p. 209

9 Mill John Stuart, Principles of Political Economy, Longmans, Green and Co. 1915, p. 922

10 Pigou, A.C. Protective and Preferential Import Duties, RES, London, 1942

11 Corden M., Trade Policy and Economic Welfare, Clarendon Press Oxford, 1974

12 La Moneda Virtual, por Guillermo Laura y E. Riva, Prólogo de Eduardo Conesa, Pluma Digital Ediciones, Buenos Aires, 2012. Ver también, Conesa, Rey, Zunino, Economía Política Argentina, Editorial La ley, 2024, capítulos XIII, XIV y XV. Hay edición electrónica de La Ley, https://next-proview.thomsonreuters.com


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