VERDADES Y MITOS SOBRE LA BALANZA DE PAGOS /
La balanza de pagos tiene dos partes, la balanza de pagos en cuenta corriente que incluye exportaciones de bienes y servicios reales menos importaciones y servicios reales. Puede ser positiva cuando las exportaciones superan a las importaciones y en consecuencia aumentan las reservas del Banco Central, o negativa cuando las importaciones de bienes y servicios reales superan las exportaciones en cuyo caso, disminuyen las reservas del Banco Central.
Por otra parte, está la cuenta de capital, que debe ser igual a la cuenta corriente, pero debe tener el signo exactamente opuesto a la anterior, como en el balance de una empresa donde el activo, de signo positivo, debe ser igual al pasivo más el capital de la empresa de signo negativo, en otras palabras: A=P+C. Todo esto se deriva del creador de la partida doble como método contable por un fraile italiano, Luca Pacciolo, en el siglo XV.
La cuenta corriente será positiva si el tipo de cambio real “TCR” es alto, es decir si hay más incentivos para exportar que para importar, y la cuenta de capitales será positiva si la tasa de interés financiera interna del país “i” es alta para atraer los capitales que financiarán la cuenta corriente negativa.
En consecuencia, nos encontramos en una aparente contradicción, porque la cuenta corriente tiene que tener el signo opuesto a la de capitales y por otra parte la primera es una función positiva del TCR y la cuenta de capitales de signo contrario, es una función positiva de la tasa de interés real interna del país.
Es decir, la CUENTA CORRIENTE POSITIVA depende del TCR ALTO. Y por otra parte CUENTA DE CAPITALES POSITIVA depende de la tasa de interés alta real. Y además, la cuenta corriente de la balanza de pagos es siempre igual a la cuenta de capital, pero de signo contrario: todo está siempre en equilibrio y no puede haber causa de preocupación, porque estas identidades contables serían totalmente inocuas.
Evidentemente, estas teorías de la balanza de pagos inducen a Ricardo Arriazu y a muchos contables, o graduados de economistas en Chicago o Minnesota, a desechar al tipo de cambio alto y el crecimiento de las exportaciones como motores del desarrollo económico de los países. El tipo de cambio real alto y el crecimiento de las exportaciones sería irrelevante para Arriazu, porque estaría acompañado de una salida de capitales. Este error contradice, en los hechos, los casos paradigmáticos de Japón y Alemania Occidental entre 1948-80, de Corea del Sur desde 1961 en delante, de Brasil desde 1964-84 y algunos otros milagros económicos de países que crecieron sobre la base del tipo de cambio real muy alto, y paradojalmente, con tasas de interés reales internas bajas.
¿Cómo se explica el error de estos contadores-economistas? La falla del razonamiento consiste en no distinguir entre la tasa de interés y la “eficiencia marginal del capital” en la terminología de Keynes, o sea entre la tasa de interés y tasa de rendimiento de las empresas, la que puede ser muy distinta de la tasa de interés local.
Para el desarrollo de un país se requiere un TCR alto para promover las exportaciones, las que tendrán un efecto multiplicador sobre la actividad económica y el empleo. Pero, según Arriazu y sus seguidores, se fugarían los capitales porque, entonces, la tasa de interés interna sería baja dado que está inversamente relacionada con el TCR alto y ello desarmaría esta teoría basada en la experiencia empírica de los países que han tenido un desarrollo espectacular en la posguerra de 1945.
Insistimos, el error de Arriazu consiste en no distinguir entre la tasa de interés real y la “eficiencia marginal del capital”. Con el tipo de cambio real alto, se promueven las exportaciones y por su efecto multiplicador, también la inversión en activos reales locales y el empleo productivo local. El exceso de exportaciones sobre importaciones provoca emisión monetaria para el mercado de capitales local por parte del Banco Central, el que compra el excedente de divisas, lo cual determina una tasa de interés interna baja y fuga de capitales. Pero, si además hay superávit fiscal, paradojalmente, esa tasa de interés local será más baja aún, pero no inducirá a la fuga de capitales, porque la tasa de retorno, o eficiencia marginal capital en la terminología keynesiana de los activos reales en la agricultura, la industria, la minería y los servicios de ese país, tendrá que ser muy atractiva para inducir arriesgar al capital en activos físicos o intelectuales de investigación y desarrollo en ellas. Y, además, el superávit fiscal y las finanzas públicas ordenadas provocarán confianza en los empresarios locales y se cerrará el círculo virtuoso. Esto es así, repetimos, porque la llamada por Keynes “eficiencia marginal del capital”, será altísima y, en consecuencia, los capitales en vez de fugarse, si invertirán en activos reales locales y ello reforzará fuertemente la inversión, el empleo y el crecimiento económico local.
En conclusión, ¿Cómo se hace para desenganchar la tasa de interés local del capital, de la “eficiencia marginal del capital” y provocar un divorcio entre las dos? Muy simple: con un fuerte superávit fiscal se hace bajar la tasa de interés real interna en el mercado de capitales local, pero los capitales no se van, no se fugan, porque ahora, gracias al TCR elevado, son atraídos por las altas tasas de beneficio que brindan los activos locales reales, las que superarán ampliamente a las tasas de interés bajas locales. A su vez, para que el gobierno no se engolosine políticamente nombrando empleados públicos clientelares e incurra en déficits fiscales que anulen el desarrollo, y por el contrario, se pueda mantener el superávit fiscal en el largo plazo, se necesita una firme meritocracia en los nombramientos del Estado.
Estas consideraciones tienen especial valor en la actualidad argentina de septiembre de 2024, por cuanto el presidente Milei acaba de anunciar un presupuesto superavitario innegociable para 2025, lo cual es positivo, pero acompañado por un tipo de cambio real muy bajo, con control de cambios, lo cual es muy negativo para la inversión y el crecimiento.
Además, anuncia un “crawling peg” del 2% mensual cuando la inflación no baja y es del 4% mensual. En el mes de agosto pasado, el consumo masivo cayó en un 17,2% y los argentinos se van en grandes números de compras a Brasil y Chile. Un buen plan económico requiere alinear 10 variables económicas por lo menos. El plan de Milei de dos variables, lamentablemente y a pesar de la libertad económica, con la que el que escribe esta muy de acuerdo, no funcionará.
Desconociendo la experiencia histórica, nuestras autoridades insisten en el error de sobrevaluar nuestra moneda, aunque debemos reconocer que la tesis teórica de la sobrevaluación cambiaría como remedio anti-inflación no es argentina, sino que proviene de un periodista norteamericano, Robert Bartley, que carecía de credenciales académicas pero fue sostenida por él en jugosos almuerzos en el restaurante “Michael One”en los alrededores de Wall Street en los decenios de los setentas y los ochentas del siglo pasado en las Estados Unidos: un poderoso y confundido periodista, editor en jefe del influyente “Wall Street Journal”. Incluso en febrero de 1981 esa doctrina falsa fue adoptada ingenuamente nada menos que por el presidente Ronald Reagan, de los Estados Unidos. Pero este presidente se dio cuenta luego, justo a tiempo y al comienzo de su segundo mandato, percatándose de que con esa política de sobrevaluación del dólar y altísimas tasas de interés en dólares, estaba destruyendo sin querer la economía de los Estados Unidos y decidió cambiarla drásticamente. Por lo tanto en 1985, se devaluó en un 100%, con una inflación subsiguiente de casi cero y fuerte superávit fiscal, salvando así a los Estados Unidos de un desastre mayúsculo. La devaluación acompañada de fuerte superávit fiscal reduce la cantidad de moneda en manos del gran público y por lo tanto frena el gasto corriente y la inflación. Y por otra parte genera un aumento de las reservas del Banco Central y una baja en la tasa de interés en el mercado de capitales. De esta manera, el nuevo dinero creado por el superávit en la balanza de pagos no es inflacionario, sino que, por el contrario, estimula la baja en la tasa de interés, y por esta vía el aumento de la inversión y una mayor producción que es anti inflacionaria.
Además Reagan se aseguró por medio de su segundo gran ministro del tesoro, James Baker, por medio del llamado “Plaza Accord”, con los ministros de las dos principales potencias industriales competidoras de los Estados Unidos, Alemania Occidental y Japón, que ellos no devaluarían sus monedas en respuesta a la gran devaluación estadounidense. Por todo ello, la devaluación del CIEN POR CIENTO de Estados Unidos fue un gran éxito que salvó a ese país de caer en una gran hecatombe que hubiera destruido su industria y su gran potencial militar, convirtiéndolo en una potencia de segundo orden. Para exagerar, digamos que Reagan con su oportuna devaluación con superávit fiscal, salvó a Estados Unidos de convertirse en una Argentina más grande.
En el caso de la Argentina la teoría de la balanza de pagos de Ricardo Arriazu llevó, cuando se aplicó, a la sobrevaluación cambiaria de Martínez de Hoz de la cual, el mismo Arriazu fue su ideólogo, y la deuda externa pasó en aquellos tiempos de 9 mil millones de dólares en 1976 a 50 mil millones en 1981. Esta misma teoría, aplicada, por otros economistas desde 1991 hasta 2001, llevó a un crecimiento de la deuda externa desde 30 mil millones de dólares en 1991 a 160 mil millones en el 2001 y all vergonzoso default de esa época, celebrado increíblemente por el propio Congreso, en medio de una caída del PBI del 10%y una desocupación del 30%.
La pregunta acuciante a septiembre de 2024 es: ¿qué pasará con la deuda externa y la sobrevaluación cambiaria de Milei, el ministro Caputo y su economista de cabecera, el admirado Ricardo Arriazu? ¿El final será distinto esta vez?
Pero todavía hay peores noticias para la teoría de Arriazu, Caputo y Milei sobre la sobrevaluación cambiaria, el tamaño del Estado y el de la ‘casta’. Resulta que como el Estado presta servicios no transables internacionalmente, y que, en consecuencia esos servicios no suben de precio con la devaluación, en realidad la sobrevaluación cambiaria misma, aumenta la participación del Estado como proporción del PBI. En el gráfico abajo, mediante una simple ecuación de regresión econométrica, se muestra que cuando sube el tipo de cambio, es decir cuando se devalúa nuestra moneda en términos reales, baja la participación del Estado en el PBI y también los ingresos de la ‘casta’, y por el contrario, cuando se sobrevalúa nuestra moneda, el tamaño relativo del Estado, es decir de la ‘casta’, en la ideología confusa e inconsistente de Milei-Caputo-Arriazu, aumenta. Esta simple ecuación de regresión cuestiona brutalmente, la inconsistencia de la filosofía económica del Presidente Javier Milei y sus amigos economistas Caputo y Arriazu.
La regresión entre el gasto público en dólares como proporción del PBI y el TCR:
Cuando incrementamos el tipo de cambio real en el eje horizontal disminuye el gasto público como proporción del PBI en el eje vertical (R2 igual 0,67, t igual 5,4). En otras palabras a la casta política le conviene el tipo de cambio bajo y a los sectores productivos del campo, la industria, la minería, el turismo receptivo y los servicios transables internacionalmente, el tipo de cambio real alto.
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